El bestiario de Tapia

SANTIAGO JUANES

Viernes, 4 de octubre 2013, 07:00

La celebración este viernes de San Francisco de Asís, patrono de los animales –copatrono, podría decirse, junto a San Antón„ viene precedida por la inauguración en Artis de la nueva exposición de Ramiro Tapia, de cuya pasión por el bestiario somos testigos. Carmen Navarro, la galerista, no creemos que tuviese en cuenta esta circunstancia pero así ha sido. Que Tapia exponga en Salamanca es todo un acontecimiento, considerando que se le reclama desde todas partes y especialmente en Madrid. Que lo haga, además, en estos tiempos feos con esa vocación lúdica que tiene su obra, hay que agradecérselo. La pintura de Ramiro Tapia nos divierte con sus laberintos imposibles, sus seres poderosos y de ciencia ficción y sus animales. Podríamos decir que así como San Antón y San Francisco son los copatronos de este Bestiario, Ramiro Tapia es nuestro artista de cabecera y culto por esos animales que cuando quiere dibuja al detalle y cuando le apetece los desdibuja y sorprende, igualmente. Seres que recuerdan a los pollos y dragones albercanos, por ejemplo. El bestiario de Ramiro Tapia merece todo un estudio, desde los lobos a las libélulas, evocadoras de nuestra Casa Lis tan pegada estos días a la moda: esta tarde es el turno de Nicolás Vaudelet. Se puede decir que no hay animal que se le haya escapado, quizás porque nuestro artista atesora en casa una biblioteca de bestiarios fascinante. Con nuestro Tapia llega la fiesta del arte, de la fantasía y el color, que en estos tiempos oscuros y cartesianos tanto se agradece, mientras sus laberintos podrían ser también metáforas de estos momentos de auténtico extravío. Imprescindible en esta fecha descubrir en el Campo de San Francisco la escultura de este, obra de Venancio Blanco. O escrutar las monumentales portadas catedralicias para descubrir en ellas un bestiario extraordinario, pero también en su interior. Aquí, destaca ese carro con sillares de piedra de Villamayor del que tira una pareja de bueyes tallado en lo alto de una bóveda.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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