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Una cita con el patrimonio artístico de Salamanca inmortalizada en un sinfín de fotogramas. Así podría definirse la jornada vespertina que se vivió ayer en los Cines Van Dyck, donde expertos del ámbito cinematográfico confluyeron para rememorar y resaltar la capacidad que el cine tiene para hacer que la gente se evada de sus problemas, recopilando, además, las muchas veces que la ciudad se ha convertido en escenario de rodaje y los muchos directores charros que han contribuido a su crecimiento.
Bajo el título ‘Salamanca, un set de rodaje’, se celebró ayer la segunda jornada de la iniciativa ‘El alma de nuestra tierra’, que, desde este lunes, está organizando debates sobre diversas temáticas relacionadas con la capital salmantina y sus municipios, promovida por LA GACETA y por la Junta de Castilla y León y patrocinada por el Ayuntamiento de Salamanca, la Diputación de Salamanca, la Universidad de Salamanca, Unicaja Banco, la Universidad Pontificia de Salamanca, el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo y el Ayuntamiento de Béjar, así como con la colaboración del Casino de Salamanca y de los Cines Van Dyck..
La jornada de este martes contó con la participación del director de cine salmantino David José Aguado; de la directora de la Filmoteca de Castilla y León, Maite Conesa; del crítico de cine y televisión, además de profesor en la Universidad Pontificia, Miguel Ángel Huerta y del propietario de los Cines Van Dyck, Juan Heras.
A esta segunda mesa redonda, se sumará hoy otra sobre tauromaquia o las sucesivas que se celebrarán esta semana sobre espacios naturales o gastronomía, en las que los interesados se podrán insacribir a través de la web de LA GACETA.
Las proyecciones audiovisuales llenaron este martes Van Dyck. La mesa redonda ‘Salamanca, un set de rodaje’ comenzó recordando los estrenos de cineastas salmantinos en estas instalaciones a lo largo de los últimos años. Basilio Martín Patino fue uno de los cineastas más recordados durante las ponencias.
Los cortos del director David J. Aguado recibieron una gran ovación tras ser proyectados. El primero de ellos, ‘Salamanca, una ciudad de cine para enamorarse’, muestra cómo dos jóvenes se conocen en la capital charra y terminan en los Cines Van Dyck viendo una película. Aguado define este trabajo como autobiográfico, ya que representa la historia de “tantos que un día llegamos a esta ciudad de cine y nos enamoramos de ella y de sus salas de cine”.
El segundo de los cortos, ‘Salamanca 1955’, versa sobre las conversaciones de Salamanca en 1955 y es un homenaje a los salmantinos de aquella época y a aquel encuentro de profesionales del cine en el que conversaban sobre los atrasos y carencias del cine español del momento, calificándolo como “intelectualmente ínfimo, políticamente ineficaz, socialmente falso, estéticamente nulo e industrialmente raquítico”.
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