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Cuando Rodríguez Recio pitó el inicio del choque los fondos del Reina Sofía, literalmente, se cayeron. Con un rugido de fiera, además. El ambiente de final —de verdad— lleva pululando por la ciudad desde la madrugada del jueves al viernes camino de La Cartuja de Sevilla. Y ahí se quedó flotando hasta las 18:00 de este domingo (que era el día y la hora, puesto en boca de Dani Ponz). El color rojo avasallado por el negro, que antes de que la final por el ascenso en su más amplio sentido de la palabra (desde el playoff hasta el directo a través del primer puesto) se iniciara, había quedado sobreimpreso en la grada Oeste en forma ajedrezada; y por el blanco que se precipitaba desde las gradas hacia el césped en forma. Las banderolas ondeaban como después lo hizo el balón especialmente en las botas de Carlos de la Nava. Qué firmó este domingo un encuentro, simplemente, delicioso. El pase vertical con el que trató asistió a Losada al cuarto de hora de partido tuvo el sabor de una verónica de Morante de la Puebla en su faena de Puerta del Príncipe en la Maestranza. Es que el “¡vamos!” que se le escapó gutural a los casi cinco espectadores tuvo el sabor del ole (acentuado en la o). El remate del ‘7’ madrileño luego no pudo acompañar la cadencia y la delicadeza del pase. Porque la Bourdal y Coto se le echaron encima.
La siguiente que tuvo no la perdonó; y eso que el remate era mucho más difícil a priori. Porque Gazzaniga le tenía la posición ganada en el centro lateral de Beneit, para empezar; y porque pareció que la atajaba para seguir. Sin embargo, el madrileño —en un acto de fe como el que ha hecho este equipo para estar a estas alturas de Liga así— estiró la pierna como un resorte por si llegaba el milagro. Fue el 1-0.
Con el resultado a la contra el Racing de Ferrol apretó más las tuercas al partido, y eso que en ese primer cuarto de hora había tenido un dominio escénico pasmoso. El caso es que comenzó a profundizar con esmero y peligro. Tuvo mérito una mano de Salva de la Cruz a centro de Carlos Vicente, que fue capaz de retener a una mano. Como por ahí no era, el Racing dinamitó el diapasón del encuentro jugando con la pólvora de las protestas. Ahn les entró al juego y se jugó el penalti dentro del área propia. El cao es que esa fricción le puso las pulsaciones a mil al Unionistas, tan cerebral desde que Ponz lo ungió desde el banquillo. Y llegó el fallo inesperado e inexplicable que fue directo a la línea de flotación del sueño del playoff. En medio de la presión gallega, Fran decidió ceder a contrapié, pero sin peligro, el balón hacia su área en una decisión letal. Salva de la Cruz con todo de cara cortocircuitó pensando qué hacer —si parar el balón con el pecho, la cadera o el hombro...—. No fue con ninguna y el balón acabó en el fondo de la red. Para más inri (y casi a la vez en el tiempo) el Celta de Vigo B le complicaba más el sueño: pues marcaba, ganaba y devolvía la distancia de cinco puntos estar una fase de ascenso que tan de cara se había puesto en la jornada del sábado con la derrota del Linares.
A la segunda parte le costó despegar por la mochila de todo lo pasado en los primeros 45 minutos. De hecho, no fue hasta el carrusel de cambios en torno al minuto 70 cuando despertó a lo grande. El Unionistas ya con sus dos extremos titulares sobre el campo (Juampa y Chapela) bombardeó el área de Gazzaniga en busca de que en una de esas se obrara el milagro del remate al fondo de la red; que no llegó. Y que deja el playoff a la misma distancia pero con 90 minutos menos por jugarse.
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