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La explosión de Mario García Romo no ha sido flor de un día, ni mucho menos. Han sido muchos años de trabajo desde que sin haber cumplido los ocho su descubridor, Lucio Rodríguez, quedara prendado de él en una carrera de los Juegos ... Escolares en La Aldehuela. “Venía con sus compañeros y algún profesor, le vi con ese desparpajo y contacté con sus padres para que se viniera a entrenar conmigo. Y a la semana siguiente ya estábamos juntos”.
Quince años de relación y crecimiento, manteniendo el contacto continuamente a pesar de la marcha a Estados Unidos y regresando a casa para entrenar con su técnico y su grupo de compañeros en Las Pistas o haciendo rodaje en las cercanías de su pueblo, Villar de Gallimazo.
Los que conocen al reciente cuarto del mundo en los 1.500 metros coinciden al señalar su elegancia corriendo y su buena cabeza. Si no, están seguros, no habría llegado hasta aquí. Siempre cumplidor con los estudios, con muy buenas notas, hace poco ha completado su carrera de Química en Estados Unidos, que tendrá que aparcar por un tiempo al haberse hecho profesional del atletismo en la prestigiosa marca On Athletics Club, basando su residencia en la altitud (1.600 metros) de Boulder, Colorado.
Su constancia e inteligencia son una ayuda vital para él a la hora de leer las carreras, aunque lo cierto es que se presenta en la línea de salida conociendo a la perfección a sus rivales. “Estudia a todo el mundo antes y conoce a todos los rivales, sabe sus virtudes y sus defectos”, recalca Lucio.
Además de ese desparpajo, el entrenador desvela las otras características que le hicieron ver que tenía en sus manos un diamante en bruto: “Tenía esa manera de correr que parece que se desliza. Tiene un correr perfecto y con ocho años era igual que ahora. Cuando veo un caso así me salta algo y digo: este tiene algo”.
Lucio Rodríguez puede presumir de que no se ha equivocado con Mario. Hace mucho tiempo ya avisó de que iba a correr los 1.500 en 3.30: “Lo ha hecho en una final de un Mundial, sin liebres, y el año que viene en las carreras que le van a salir correrá más rápido. Con la edad que tiene no ha tocado techo, va a bajar ese tiempo con seguridad”. “Al principio se enfadaba porque quería entrenar más, que era poco lo que hacíamos, y quería correr con los mayores. Pero fuimos paso a paso y cuando era infantil ya os dije a LA GACETA: este niño va a ser internacional y muy bueno a nivel mundial. Algunos decían que vaya bobadas, pero el tiempo me ha dado la razón”, comenta con orgullo.
Las cosas no le pasan por casualidad al salmantino, que antes de cada competición tiene la costumbre de pasar por el peluquero -el de Eugene ya es fijo por las varias ocasiones que ha corrido allí-. Ni por el trabajo -nada se ha parecido de los ‘lujos’ que se ha encontrado en los últimos años defendiendo los colores de Ole Miss con el frío, el calor y la lluvia que se encontró en La Aldehuela, el prado Panaderos o Las Pistas-, ni por su educación. Bajo la atenta mirada de sus padres, siempre pendientes y colaboradores, la figura de su hermano Jaime ha sido fundamental. Un atleta excelso que tuvo muy mala suerte con las lesiones, pero que le abrió el camino al benjamín. “Son una familia excepcional y se ha criado en un ambiente muy sano, que le ha hecho valorar las cosas”, señala su entrenador.
El mismo, que se atreve a hacer un nuevo vaticinio, sin dudar ni un momento: ¿Qué hasta dónde puede llegar Mario? A ser campeón del mundo y olímpico, lo digo convencidísimo”. Por si acaso, apuesten a ello.
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