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La tarde de este domingo estaba para todo. Para bajar dando un paseo desde el casco antiguo, cruzar el vergel del Tormes y desembocar en el estadio Reina Sofía como así hicieron 4.211 personas. Y también lo estaba para jugar al fútbol; o por supuesto, más bien. Los 90 minutos y sus añadidos, sin excusas. Sin embargo, Unionistas decidió hacerlo tan solo 82 y eso le costó su segunda derrota como local de la temporada en Liga. Un palazo, por inesperada. Y ya no solo porque el rival llegara a esta jornada en puestos de descenso a Segunda Federación. Sino porque Unionistas se puso por delante muy rápido y bien -además- y vio como en 8 minutos de desconexión en el comienzo del segundo tiempo tiraron todo el trabajo por la borda. Increíble, pero cierto.
Tanto, como que la primera parte tuvo mucho de los mejores minutos de Zamora pero sin esos fallos tontos que acabaron condenando al equipo. Esa concentración plena encontró premio a los 18 minutos cuando Carlos García superó a todos con un impresionante salto, en el que puso la cabeza a la altura del travesaño de Stamatakis, para mandar el estupendo córner lanzado por Pau Martínez al fondo de la red.
Antes del tanto, Unionistas había tenido diez minutos de fútbol tan fácil y fresco que parece increíble que el encuentro tomara los derroteros que acabó tomando. Carlos de la Nava fue importantísimo en esa fase de partido, con su siempre brillante lectura de los espacios. Y siguió en esa línea tras el tanto, aunque la frecuencia cardiaca con la que el equipo bombeó el juego. Aunque, la verdad, es que tan poco le hizo falta porque el filial de Osasuna apenas creo peligro.
Tan a gusto se sintió Unionistas en el primer tiempo, que acabó quedándose dormido en el entretiempo. Y eso mismo es lo que le costó el gran disgusto de la derrota. Sin que el filial navarro hubiera dicho esta boca es mía, Tur le regaló un penalti infantil a Toni Herrero, que no falló. De hecho el lanzamiento desde los once metros se coló por la misma escuadra.
No acabó ahí la cosa, pues Unionistas estaba abriendo los ojos forzado por el tortazo del empate cuando Arroyo se encontró un balón muerto en la frontal del área pequeña de Iván Martínez y no perdonó. El segundo.
Llácer movió ficha sin pensárselo, pero ni esos tres cambios ni los dos que hizo en dos ventanas en un espacio de diez minutos le acabaron dando resultado. De hecho, lo que llegó fue el zarpazo definitivo del Promesas de Osasuna en una contra de libro de Sixtus que puso el 1-3 final y que deja a Unionistas más cerca que nunca de los puestos de descenso. A tres.
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