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Las réplicas de la tremenda sacudida de Cornellá más allá de la derrota (entre otras cosas, los dos partidos de sanción Erik Ruiz...) sacudieron el once de Dani Ponz de arriba a abajo. El dibujo no es que cambiara (el 4-2-3-1 es marca de la casa) pero sí la manera de organizarse los jugadores dentro del terreno de juego. Se intuía un trabajo serio de pupitre por parte del técnico valenciano. Para que Villar pudiera emparejarse con Ramiro, y desde ahí empezar a construir juego, protegió mucho el centro del campo con Jordi Tur y Adri Gómez; la idea era generar una especie de pasillo de seguridad por el que el canterano del Real Madrid circulara con destino hacia Manu Ramírez. Y digo la idea porque Isaac Amoah dinamitó el plan en poco más de tres minutos. Con una embestida miureña con el hombro; el Reina Sofía convertido en La Glorieta. El jugador de Lepe acabó por los aires y se levantó desmadejo. Con el hombro hecho trizas. Y, finalmente, camino del Hospital. Ni el colegiado ni el asistente, a todo esto, vieron nada. Curioso.
En el hachazo de Amoha no solo quedó noqueado el jugador andaluz (que se fue con el brazo en cabestrillo); sino, por lo que se vio durante los 42 minutos que quedaban de primer tiempo, fue todo el equipo. Ponz tuvo los reflejos de reemplazar al lesionado Ramírez por Teijeira para no acabar de tirar por tierra todo el trabajo de despacho. Y, la verdad, que el jugador vasco, fue el único que ofreció algo distinto a la grisalla instalada durante todo el primer minuto en 105x68 del terreno de juego. Suya, fue la ocasión más dignada entre palos. Se sacó un zapatazo desde más allá de la corona del área nada más superar la primera media hora de encuentro que Yoel Ramírez despejó de aquella manera; una estirada hacia adelante sacada con los puños que acabó en córner. Era el cuarto del partido. Antes había sumado Unionistas otros tres seguidos en los que siempre el «uyyy» había barrado de costa a costa las grada del Reina Sofía. En esta ocasión no llegó ni eso. Y, sí, en la prolongación de la jugada, otro disparo desde la larga distancia de Javi Villar que no vio ni portería.
A la SD Tarazona lo poquito que pasaba en el terreno de juego le venía fenomenal. Un punto sumado en los cinco desplazamientos anteriores eran su carta de presentación. Un centro lateral desde la banda derecha hacia Cubillas que Carlos Giménez acertó a despejar fue su carta de presentación en el Reina Sofía. «Si no queréis jugar, pa' que venís», le cantaron al conjunto de Molo nada más arrancar el segundo periodo. Ya con la Fondo Oeste remando a favor de obra. Y con Héctor Nespral tejiendo juego para el equipo de Ponz. De partida el equipo lo agradeció llegando mucho más a tres cuartos, aunque siempre faltó ese chispazo que acabara de ponerle al equipo la ocasión en bandeja. Ponz fue paciente en sacudir el partido con los cambios a ver si caía; pero visto que no, en el minuto 67 metió en el terreno de juego un doble cambio que era una declaración de intenciones de tocar arrebato con un fútbol más simplificado. Por ahí tampoco acabó siendo, aunque sí que es verdad que llegaron ocasiones para haber logrado el triunfo: la más clara de todas ella quedó desbaratada por una intervención felina de Yoel Ramírez como respuesta a un cabezazo a quemarropa de Losada a falta de diez minutos que acrecentó la sensación de dos puntos perdidos.
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