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Dani Ponz (Valencia, 19 de diciembre de 1973) se va de Unionistas, pero en realidad nunca lo hará. Horas antes de salir de Salamanca, ya espera «hacer méritos» para que algún día, en el fútbol profesional, el club vuelva a llamarle.
¿Le da la sensación de que su año y tres meses en Unionistas han pasado volando?
—Es increíble la velocidad a la que han pasado y eso habla de lo bien que te lo has pasado y cómo lo has disfrutado. He hecho una evaluación de todo lo que ha pasado y hay una satisfacción increíble de haber dado el paso adelante de venir, que en aquel momento no era fácil por las comodidades que podía tener en casa. Mi familia y yo teníamos el deseo de tener una oportunidad a nivel profesional después de muchos años haciendo cosas y cuando surgió soñé en qué podía convertirse, pero no imaginé todo lo que ha pasado. La realidad ha superado esos sueños.
¿Qué es lo que más se lleva dentro?
—Es muy difícil en nuestra profesión haber generado una unidad de pensamiento hacia un grupo de trabajo. Ese altísimo porcentaje de gente que nos ha valorado, nos ha querido, nos ha apreciado y ha hablado positivamente de nuestro trabajo
Han sido 56 partidos en Unionistas. ¿Con cuál se queda?
—Yo le tengo mucho cariño al partido de San Fernando. A ver, no voy a ser tonto, el día del Barcelona, Villarreal o Sporting fueron increíbles, pero yo creo que el día que hicimos 'match' entre el club, los jugadores y nosotros sería la segunda parte en San Fernando. La bronca monumental que hubo allí aunque íbamos ganando 0-1 por no ir a ganar el partido. Todos se dieron cuenta de que no habíamos venido sólo a salvarnos y que las etiquetas nos daban igual, queríamos ganar todo. El fútbol es el deporte que más me gusta porque muchas veces no gana el favorito. Creo que ese fue el día en el que mis jugadores lo entendieron y a partir de ahí comenzó de verdad nuestra historia.
¿Qué les dijo en el descanso?
—Habíamos hablado toda la semana antes de que había que ganar y la primera parte fue terrible. Me acuerdo que cuando llegábamos al campo alguien del cuerpo técnico me dijo: bueno míster, si empatamos tampoco pasa nada porque no hemos ganado fuera no sé en cuanto tiempo. Y milagrosamente nos fuimos ganando y al entrar al vestuario me acuerdo de que la primera decisión fue cambiar al lateral derecho por un extremo y todos se quedaron sorprendidos. Cogí la pizarra y yo creo que pensaron que le iba a caer a alguien en la cabeza. Reventé dos o tres rotuladores y creo que entendieron perfectamente el mensaje a pesar de que ya íbamos ganando. Que tenía que ser nuestra forma de ser en la vida y cómo afrontábamos las cosas. Que habíamos arriesgado nuestra familia y nuestro bienestar para conseguir aquí algo precioso y salimos como tiros. Nos anularon dos goles, nos empataron e inmediatamente hicimos el segundo, y si hubiéramos tenido que meterles cuatro lo habríamos hecho. Siempre he pensado que ese día fue el punto de inflexión. También con los aficionados, que entienden las limitaciones económicas del club pero que también tienen ese sueño.
¿Cuál ha sido el momento más difícil?
—El 4-0 del Arenteiro. Nos meten el primero enseguida, cae una tromba de agua tremenda, tomamos decisiones erróneas... Cuando acabó y vi a la gente aplaudiendo y aguantando el chaparrón de lo que había sucedido el viaje de vuelta fue el peor que hemos tenido de lejos.
¿Cuál es el balance deportivo?
—Creo que de notable alto. El año pasado los números desde febrero fueron de subcampeón de liga y en esta segunda vuelta nos hemos quedado terceros o cuartos. Pero tengo que ser sensato aunque tengo la espinita siempre de hacerlo mejor. Hemos rascado el playoff de ascenso, contra grandes equipos en los que dos jugadores suyos son como todos los nuestros.
¿Qué le gustaría que quedara de Dani Ponz en Unionistas?
—Un proceso de trabajo de veinte años y que espero que se vaya a mejorar. Y sobre todo el carácter ganador y atrevido: que somos once contra once en el campo y más en el Reina que somos trece. Sin miedos ni complejos ante nadie.
¿Y qué se lleva?
—La suerte de haber vivido en una ciudad preciosa e increíble, y una provincia que está por descubrir. Y la gente es increíble, aunque al principio echaba de menos la ironía valenciana. Decía qué tíos más serios, pero pronto lo vi como una gran virtud por la educación y el respeto de todo el mundo. Y el amor de la afición, vivir eso es muy difícil y no tiene precio. Y el respeto de mi cuerpo técnico, los jugadores... No hay dinero para comprar todo eso.
¿La situación más tensa fue con la opción del Eldense?
—Sí. Perdimos el partido en Irún y estábamos muy tristes y esas horas en el autobús, ya jodidas por sí mismas, fueron de un desasosiego brutal, a nivel personal y familiar. Tuvimos la fortuna de que se paró en unas horas y nos liberó para proseguir nuestro trabajo.
¿Ese día decide que acaba su etapa en Unionistas, antes o después?
—Honradamente, después de eso. Ese lunes se reunía mi representante con Rubén Andrés para escuchar la oferta, que no era cuestión de dinero porque yo era feliz y para serlo completamente sólo me faltaba traer a mi familia. Con eso tendría el círculo cerrado y lo demás me importaba tres narices. Que Unionistas quisiera renovarme era algo fantástico aunque no sé si me hubiera quedado. Pero pensé por ejemplo por qué abandonaba a mi familia: por mi sueño de llegar al máximo nivel posible y jugar el partido más importante posible y se abrieron ventanas que antes no me había planteado. Empecé a meditar el intentar ir lo más alto posible y aprovechar esa ventana para ver dónde me puede llevar. Ahora es el momento en que vamos a sopesar las posibilidades de acceder al mundo profesional y si alguna puede cristalizar entre el interés de varios equipos. Pero por ejemplo no sé lo que puede pensar el Eldense ahora mismo pero sí que ha habido varias llamadas importantes.
En la rueda de prensa de su despedida dijo que estaba convencido de reencontrarse con Unionistas. ¿Será en el fútbol profesional?
—Unionistas no tiene techo, lo que ha hecho este club no es normal, es increíble, porque cuenta con el apoyo bestial de la gente y eso se nota. No va a ser fácil que los jugadores o nosotros repitamos este rendimiento fuera de aquí. Si no llegas a ese balón te empujan y llegas. Ya dije en diciembre que veía a Unionistas en el fútbol profesional y estábamos a nada del descenso. ¿Qué tiene que pasar? Seguir aumentando la masa social, haciendo posible que se puedan hacer más abonos y también el aumento de los patrocinios. Este club va a llegar al mundo profesional, estoy seguro, y lo veo más cerca que lejos. El otro día le decía al presidente que intentaría hacer méritos para que se acuerden de mí. Estoy seguro de que nos reencontraremos. Tengo la sensación muy clara de que volveré aquí. Es muy difícil una sinergia como la que se ha generado.
¿En qué manos se queda el club?
—En unas fantásticas. La directiva es muy seria. Tenemos una dirección deportiva, con Rubén y Antonio, muy sensata y me encantaría volver a trabajar con ellos. Y los que se quedan: lo de Ramiro es increíble que no haya jugado en Segunda, no tiene explicación. Álvaro y Rastrojo son valores al alza. Y Etxaniz me parece imprescindible en cualquier plantilla de Primera RFEF. Y si llega Iván Moreno es muy del perfil del club y veo un caldo de cultivo muy interesante.
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