«Al Salamanca en estos partidos, históricamente, siempre le va bien». Ea. La frase es de Jehu Chiapas y suena hoy, seis días después de habérmela dicho de viva voz con la grabadora registrándola como testigo y a los pies del monumento al Empresario, demoledora. El fútbol tiene aristas retorcidísimas, de verdad. Luego, también es cierto, que a renglón seguido mostró su preocupación por esos otros partidos sin relumbrón como el que la jornada que viene va a tener que jugar en Los Barreros de Villaralbo: «Es ahí donde se ganan las Ligas y se consiguen los ascensos». El tiempo y los partidos pondrán todo en su sitio; ahora mismo el conjunto albinegro está a cuatro puntos ya no sólo de su rival de ayer, el Real Ávila, sino también del liderato. El Júpiter Leonés también anda enredando por esas latitudes.
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Desde bastante rato antes de que Alfonso Infante pitara el arranque del encuentro, que acabó en la primera derrota de la temporada, se palpaba en el ambiente que parecía que no era el día. Casi todas las reminiscencias de hace cuatro meses revoloteaban sobre el estadio de la carretera de Zamora. El cielo cubierto, la lluvia; y la expectación de partido grande. Todo. Cuando el choque se abrió de par en par, ya se vio más claro que no. El Real Ávila arrancó efervescente. Los diez jugadores de campo, de partido, se lanzaron con el cuchillo entre los dientes de Jon Villanueva; todo el Salamanca reculó como buenamente pudo. Y ni aún así logró evitar el primer remate entre palos del conjunto abulense: Villanueva tuvo que volar a mano cambiada para sacarle el derechazo a Albín.
A partir de ahí, el Ávila ya se dibujó con normalidad sobre el terreno de juego. Y dejó al Salamanca, como también había hecho ante el Cristo Atlético, hacer. No era cosa que no supiera ni esperara Jehu Chiapas. Cristeto, Amaro y Diego Benito se aburrieron a tocar y tocar, para casi nada. Un remate forzado de Fassani como contestación al primer remate visitante; otro disparo por encima del travesaño de Cristeto... Cuando el Ávila lograba arrebatarle el balón al Salamanca corría como un descosido en busca del fallo. Así una vez, otra vez y en el minuto 32 y 35 segundos encontró el premio: Fer Díez, que se había incorporado al ataque sin hacer ruido, sorprendió a Miguelito y le robó la cartera por dos veces. La primera, ganándole la espalda; la segunda, aprovechado el mínimo contacto para caer desplomado ya dentro del área de Villanueva. Alfonso Infante lo tuvo clarísimo: penalti. Y Alberto Martín, que se pegó un esprint de época para coger el balón y decirle a sus compañeros que lo tiraba él. Colocó el balón y esperó impertérrito que Villanueva acabara su charleta con el colegiado. Puesto ya el portero sobre la línea de gol, se socó un lanzamiento seco y pegado a la cepa del poste ante el que nada, pese a que le adivinó la intención, pudo hacer el meta vasco, que encajó así su primer gol en esta Liga tras 488 minutos de imbatibilidad.
No le hizo falta mucho más al Real Ávila para llevarse el triunfo. En los 52 minutos restantes le valió con defenderse; aunque por si las moscas Alberto Martín se sacó de la manga una obra de arte que significó el 0-2. Entre un tanto y otro Chiapas había tratado de buscarle las vueltas al partido con los cambios, pero no encontró ya no el gol, sino una sola ocasión clara.
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