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Gustavo Carmona (Puebla, 28 años) a la chita callando —especialmente esto último— se ha convertido en un imprescindible en los onces de Jehu Chipas; tanto, como que es el octavo jugador de la primera plantilla del Salamanca UDS con más minutos —1.413— y acumula ya 15 titularidades.
Usted parece el fiel reflejo de la evolución de la plantilla esta temporada; de ser discutido (en su caso silbado) en el tramo 2023 a ser indiscutible en 2024. ¿Qué les ha pasado?
—Creo que en el parón de Navidad se hicieron muchos cambios, la dinámica que veníamos haciendo no era buena y había que cambiar el chip, algo que creo que se ha conseguido. Pensar partido a partido nos está dando buenos resultados. Todos ahora mismo tenemos esa vibra de que las cosas van a salir bien.
¿Y antes por qué no tenían esas vibras?
—No, antes nos dejamos arrastrar por esas dudas. El mayor rival que tiene en Salamanca en la Liga somos nosotros mismos, dejamos de hacer lo que sabemos de jugar fácil, de estar concentrados, ordenados y dejande de hacer eso nosotros mismos éramos los malos. Ahora eso no pasa. O pasa menos.
No me salga por la tangente. ¿Con esas vibras les va a dar para ascender? ¿incluso como primeros evitando el playoff?
—El objetivo es ascender directo nadie ha dicho que no en lo que llevamos de temporada. Lo que te contaba, el equipo está centrado en ir partido a partido, tratamos de no mirar la tabla, de no hacer cuentas, de seguir con esta fórmula que nos ha hecho recortar puntos. Todavía queda y creo que podemos lograrlo.
Usted ya ha logrado su ascenso particular, pasó de estar defenestrado a ser titular indiscutido.
—El fútbol es así, el fútbol es caprichoso, si no aprovechas las oportunidades pues sabes que el año se te va.
De usted, casi siempre, se suele hablar para mal. Ahora no se habla. ¿Es su mejor momento en el Salamanca?
—No sé, llevo muchos años aquí y es difícil decir si verdaderamente es el mejor. Pero sí creo que tengo mucha confianza en mí mismo, que confío mucho en mis capacidades y que veo que aporto.
¿Ha sentido falta de empatía de la grada con usted? ¿Cree que a la gente le ha faltado conocer su contexto personal para valorarle mejor y no pitarle?
—Puede ser que muchas veces la gente no entienda que nosotros somos seres humanos, que muchos no vivimos ni viviremos del fútbol. Lo que ganas hoy ya les digo que no me va a dar para vivir tranquilo toda mi vida. Vivo en el día a día. Este trabajo es lo que más me gusta, y lo aceptó. Yo sin embargo sí creo que soy empático con la afición, les entiendo porque a ellos se le juntan lo extradeportivo y lo que hacemos en el terreno de juego. Llevo cinco años en Salamanca sé que la gente es exigente pero cuando tú lo das todo ellos también.
¿Qué fue entonces lo que le pasó con la afición para llegar a tener una confrontación pública?
—La verdad no sé qué fue lo que pasó. Para mí los pitos fueron una motivación. Aquí se pita mucho. Compañeros muy talentosos fallan un pase claro y se los llevan también.
Me ha hablado de que no vivirá de lo ganado como futbolista, para que le entiendan mejor. ¿Quién es Gustavo Carmona fuera del fútbol?
—Soy un chico común y corriente, humilde. Después de entrenar hago cosas muy cotidianas, ahora mi familia está de viaje, pero cuando están aquí me vuelco con mi niña, hago las tareas de casa, la comida. Son cosas que puedo hacer porque tengo la suerte de tener un empleo en el que por la tarde no trabajo. Luego soy aficionado a los videojuegos y algo le doy y además estoy terminando un curso porque la preparación de cara al futuro es muy importante.
¿Qué está estudiando?
—Yo soy preparador físico, es la titulación que obtuve en Ciudad de México y aquí el curso es de entrenador. Cuando termino algo pienso en meterme en algo nuevo, es una máxima de mis padres desde chiquito: el saber no ocupa lugar. No digo que con esto me dedique al banquillo luego, pero ahí está. Es algo que todavía veo lejos.
Usted subía en patinete eléctrico a entrenar, ¿qué pasó con él? ¿Lo tuvo que vender, se le extravió?
—Me lo robaron. Lo dejé como siempre hacía aparcado a las puertas del supermercado y cuando salí ya no estaba. Fue un disgusto porque había hecho mil veces esa operación, pero ese día no pasó así. Pero ya lo he arreglado, ahora que vuelve el buen tiempo me volverán a ver porque compre otro, con candado y cadena. De los errores se aprende.
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