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El fin de la carrera futbolística de Adrián Gallego (29 años) no es apta para todos los públicos. Por su excesiva crudeza; y por las lágrimas de impotencia derramadas en absoluto silencio por su protagonista: “He pasado momentos durísimos... He llegado a necesitar ayuda psicológica”, dice a corazón abierto. Desde que el pasado 17 de marzo del 2024 cayó lesionado de mucha gravedad sobre el césped del Francisco Mateos de Ciudad Rodrigo suma un total de 7 operaciones y trasplante de rótula.
La historia de este calvario no arranca en el minuto 42 del partido correspondiente a la jornada 23ª de Liga en la Regional de Aficionados, con esa jugada “sin aparente peligro en el centro del campo” en la que se produjo el 'crash' por tres sitios de su rótula derecha. “No tuve un dolor insoportable en ese momento, aunque como luego hablaba con Maza (capitán del conjunto de Ciudad Rodrigo), tenía esa sensación de que el cuerpo me decía que algo no iba bien”. En ese trayecto de 90 kilómetros, Adrián Gallego no le echó cuentas a lo que su cupero le decía, sino a cuándo podría volver a jugar: “A ver, ni era el primero jugador ni seré el último en que sufre esta lesión. Estaba tranquilo y sabía que iba para largo…”. Por la cabeza no se le pasaba todo lo que vendría después, que le ha apartado del fútbol de manera prematura, aunque todavía le cueste reconocerlo —sigue teniendo ficha activa—: “Deportes de impacto sé que no voy a poder hacer, me quedará la natación o el ciclismo”.
Que ya es mucho decir, visto todo lo que vivido y sufrido después: “La historia de este año, porque hace justo este día 20 que me operaron, es compleja de digerir. Me operé en el Hospital y al poco tiempo llegó una segunda operación de urgencia, porque me estaba desangrando por dentro; motivo por el que me siguen haciendo estudios hematológicos”. Cuando el tremendo susto parecía quedar en el olvido, vino un segundo golpe directo a la línea de flotación de los planes de futuro del exjugador de Regional de Aficionados: “Fue un shock. No había hecho que empezar la recuperación cuando descubrieron que el tipo de operación al que me había sometido, arreglaba la triple fractura, sí, pero me la habían soldado como a un anciano, lo que me iba a impedir tener un mínimo de juego a la hora ya no de hacer deporte sino de hacer vida normal. Entonces, con mi doctor, Íñigo Crespo, decidimos someternos a una tercera operación en la Santísima Trinidad”. Y a una cuarta de “limpieza”.
No había empezado a dar los primeros pasos desde la casilla de salida por cuarta vez cuando una hendidura en la rótula hizo saltar todas las alarmas: “Me saltó de ojo enseguida. Fue durísimo porque la rótula volvió a quedar hecha añicos de un rato para otro. Llegó la quinta operación, en la que me pusieron tornillos y anclajes. El miedo y el disgusto que tenía era ya grande, porque cada vez que veía luz, volvía para atrás”. Y esta vez no fue tampoco distinto: “Otra vez, en ese proceso inicial de recuperación, una placa me revela que la calidad del hueso había empeorado mucho. Me someto a un TAC y descubren que tengo una infección, que tenía una ampolla que me supuraba...”. De ese trance salió pegado a un antibiótico muy costoso, que seguirá tomando hasta junio: “Ahí todo se enderezó, después de muchas, muchas lágrimas y de haber vivido momentos desesperantes. No es que desconfiara de los médicos, pero se me había dicho tantas veces que todo iba bien que... Volvimos a pasar por el quirófano hasta llegar a esta séptima operación. Lo que me han hecho ha sido algo novedoso, que es hacerme un trasplante de la rótula, que ha venido del banco de huesos de León. Lo que me han hecho ha sido un hueco en la tibia para colocarme el órgano al completo, incluyendo los tendones rotuliano y cuadricipital. Por la dificultad que entraña ahora debería de estar tres meses inmovilizado, pero llevo tantas cirugías que tiendo a crear adherencia que ahora me hace tener que mover la rodilla 90º”.
La meta la tiene puesta en el mes de agosto, cuando espera recuperar parte de esa normalidad que perdió hace un año. Y que, más allá, del calvario físico le ha llevado también a cambiar de domicilio: “Vivía con mis padres en un tercero sin ascensor y, por las circunstancias, me fui a vivir con mi pareja, que tiene un domicilio más accesible. Era algo que teníamos pensado antes de que me lesionara, pero ahí el destino me quiso decir algo, porque pensamos en mudarnos a otro piso que era propiedad de sus padres, que tampoco tenía ascensor, y algo nos avisó de la que se nos venía”.
La séptima (y última) operación a la que se ha sometido Adrián Gallego en la rodilla derecha es «bastante novedosa», y en ella el doctor Íñigo Crespo ha realizado un trasplante completo del aparato extensor de la rodilla, en el que no sólo se ha injertado una nueva rótula de un donante anónimo, sino que también lo ha hecho con los tendones correspondientes. «Me hablaron de esta posibilidad y no lo pensamos mucho. Esperemos que esta sea la definitiva y en unos meses todo quede atrás», reflexiona el lateral derecho del Ciudad Rodrigo CF.
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