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A eso de las cinco menos uno de la tarde el murmullo se transformó un rugido: “¡¡Raúl!!”. Atronó el Reina Sofía. Todos los signos de exclamación habidos y por haber. “Leyenda”, acertó a escuchar mientras caminaba con la mirada pegada al suelo desde el vestuario y hasta el banquillo. Una pequeña mueca fue el regalo. Vestía de chándal; la finura de cuando era el ‘7’. Como la media melenita, inconfundible. Su equipo tiene poco de ese Raúl capitán. Como que le falta esa chispa de inteligencia que tanto le definía. Es un equipo que juega deletreado, y excesivamente ofensivo. La defensa por delante incluso de la línea del medio campo cuando tiene la posesión del balón. Pero le falta esa mordiente. Esa capacidad para hacer clic que diferencian a los mejores de los cracks; que sí tuvo, por ejemplo, Chapela. Fue una barbaridad como dejó sentado a Arribas (al que Ancelotti tiene en sus oraciones) en tareas defensivas. La finta, el túnel... Sus compañeros boquiabiertos —normal— no le acompañaron. El “¡uyyy!” retumbó con la contundencia de cuatro mil almas.
A esas alturas de choque el Unionistas ya jugaba con el marcador a favor. Lo hacía desde el minuto 14, para ser exactos. De la Nava se había se había desaguado hacia la banda izquierda para montarle un lío monumental a Carrillo y Peter Federico. Que Juampa culminó, sin oposición alguna, de disparo cruzado. El remate fue un centelleo, preparado desde el mismo momento desde que le leyó el pase con el empeine al capitán. Los decibelios se dispararon en el Fondo Oeste: “Fútbol popular, fútbol popular”, cantaban ante el club bandera de los conjuntos de socios. El enemigo público número uno de los clubes ya no “negocio” sino estado. Palabras mayúsculas. En serio.
El resultado a la contra cortocircuitó aún más a los pupilos de Raúl González; que querían ser su míster aquél derbi ante el Atlético del año 94; pero que no lo conseguían de ninguna manera. Se hincharon a intentarlo desde la frontal del área sin acierto. Cuando no se iban a las nubes, se topaban contra las piernas y las espaldas de Ramiro y Leal. En esos 31 minutos tan solo Carrillo encontró una vez la puerta; se topó con un Salva inspiradísimo, al que le dio tiempo a adornarse en la estirada. Era su tercera intervención del choque; las otras dos eran de antes del tanto. Las dos las libró con los pies.
De Ena Wolf mandó el choque a vestuarios y sobre el acceso al túnel se formó un enjambre formidable: Raúl era, de nuevo, pieza de caza mayor. No tenía a esas alturas la cabeza para otra cosa que no fuera darle la vuelta al partido.
Pues bien, todo lo propuesto sobre la pizarra de los humildes vestuarios del Reina Sofía se fue por el sumidero nada más arrancar el segundo tiempo. En un parpadeo desde el piii su Castilla ya iba dos goles por detrás. Fran Rodríguez se sacó un centro marca de la casa: elevado a la altura de las techumbres para después caer en picado y sorprender a todos, menos a Carlos de la Nava, que esperaba agazapado en su metro noventa de estatura, en el segundo palo. Cuando de Luis quiso abrir los brazos el balón estaba ya dentro.
Raúl tuvo la rapidez en los cambios que su equipo luego no demostró sobre el terreno de juego. Ninguno de los cambios de los futuros cromos le aportó nada nuevo al Castilla. Es más ahondó en sus propios errores, que aprovechó el Unionistas con el tercero obra de Raúl. Beneit.
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