Padre e hijo posan en los campos de La Salud. OBES

El silbato pasa de padre a hijo

Francisco y Joel, dos generaciones unidas por el amor al arbitraje. El progenitor cuenta con una experiencia de 35 años en los campos. Mientras, el joven de los Del Brio comparte «esa gran emoción»

Jaime García

Salamanca

Martes, 27 de febrero 2024, 10:55

El fútbol tiene el curioso poder de trasladar su pasión de generación en generación. Francisco Javier del Brio y Joel del Brio son un padre e hijo que comparten un amor incondicional por el mundo del arbitraje, ambos, pertenecen al colegio de árbitros de ... Castilla y León. «Para nosotros es casi una forma de vida porque durante muchos fines de semana viajas con compañeros y vives muchas anécdotas», coinciden ambos.

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La figura paterna fue clave en esta historia. Francisco Javier del Brio cuenta con una experiencia de 35 años impartiendo justicia en los diferentes campos y sí, vivió el antes y el después del fútbol base salmantino, cómo no iba a ser un espejo en dónde fijarse para su primogénito. «Pues sinceramente, yo empecé por pura curiosidad. Tenía 17 años, me gustaba el fútbol y lo probé junto a un amigo. Muchas décadas después-entre risas- seguimos en activo», inicia el padre. Una trayectoria que abarcaría tres etapas debido a su ingreso en el ejército y unos temas laborales que le aparataron de los campos. «Digamos que debuté tres veces, el primero en 1988, el segundo en 1993 y el tercero en el 2004. Desde el 2004 llevo arbitrando de forma ininterrumpida», rememora. Qué no habrá visto Francisco Javier del Brio. «En todos los aspectos, todo ha cambiado mucho. Antes en Salamanca, todo eran campos de tierra y barro, salvo las pistas del Helmántico. Y ni mucho menos había tantas divisiones y equipos, cómo a día de hoy», recuerda.

Cuando mencionamos el tema de las infraestructuras en los campos, Francisco no puede contener su sonrisa. «Pues mira, algunas veces nos cambiamos en el coche, no te digo más». A su vez, no admite debate en el comportamiento actual de los padres. «Antes, era muchísimo peor, se ha mejorado bastante. La mayoría de los padres se portan muy bien, se dedican a animar a sus hijos. Pero siempre hay energúmenos, digamos, que en realidad son una minoría, pero, hacen mucho ruido», reflexiona Francisco del Brio. Y, con 13 años, Joel del Brío lo tenía claro, quería compartir ese amor por el arbitraje. «Al final, empieza la semana y tienes ganas de saber qué te han designado. Lo comentas con tu padre y es una gran ilusión cada fin de semana», comenta el primogénito. Al tener un padre con tal extenso camino recorrido, no hacer caso de sus consejos es imposible. «Desde el primer día, me comentaba cómo mejorar, su opinión sobre muchas jugadas y cómo situarme en algunas zonas del campo. Al final estoy muy orgulloso de él, y le quiero mucho», cometa el joven.

Por si fuera poco, con el paso de los años, padre e hijo impartían justicia en un torneo de carácter solidario. «Son cosas que merecen la pena porque se quedan en tu recuerdo para siempre», coinciden ambos, de nuevo. Por último, aunque los dos han vivido diferentes épocas, padre e hijo admiten que por momentos los campos carecen de empatía. «Algunos padres no se dan cuenta que los árbitros también tienen padres, cuando su hijo falla le anima, pero cuando falla el árbitro ya es el peor», zanjan.

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