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José Antonio Sánchez, ganadero del municipio salmantino de Encina de San Silvestre, ha perdido en un mes 17 ovejas por ataques de lobo. Tuvo el triste privilegio de haber sido el primero al que le mató ganado en la zona de unos 10 kilómetros que forman los municipios de Villaseco de los Gamitos y Santa María de Sando, donde ha acabado desde entonces con entre 50 y 60, entre ovejas muertas, desaparecidas y heridas que morirán en los próximos días.
Entre los tres pueblos es por dónde se mueve el lobo cada noche y ha atacado ovejas de cuatro ganaderos de esos pueblos. Las últimas, en el mismo casco urbano de uno de los municipios, en Encina de San Silvestre, en una parcela entre tres casas. Acabó con cinco y los vecinos ni se enteraron. Desde el pasado 27 de abril sufren los ganaderos los ataques y José Antonio Marcos es uno de los que ha visto al lobo. Mantiene que es sólo uno. «En la patrulla -de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León- nos dicen que está desmadrado y que no pueden hacer nada», explica en relación a que con la inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, en septiembre de 2021, por parte del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se acabaron los controles poblaciones (BOE, Orden TED/980/2021, de 20 de septiembre).
José Antonio está de acuerdo en que está «desmadrado» y lo explica en que la semana pasada atacó, por ejemplo, martes, miércoles, jueves y viernes. «Nosotros no dormimos, no vivimos, nos pasamos las noches pendientes porque no sabemos si va a venir o no. Esto es muy duro. El lobo nos mata lo nuestro. Te duermes, te despiertas, piensas, ¿cómo pago si no tengo corderos? Tenemos parcelas en alquiler, tengo familia... Y no queremos dinero, lo que queremos es que no nos maten lo nuestro. Estamos desesperados», se lamenta y apenas puede hablar.
Desde que empezaron los ataques no han parado de noche ni de día para proteger a las ovejas, cuenta que su hijo pasa las horas de parcela en parcela y ni aún así ha podido evitar ataques. Las ovejas aparecen algunas sólo mordidas, otras veces comidas parcialmente, y en ocasiones, irreconocibles tras el paso de los buitres. «Esto es un verdadero desastre, una vergüenza», dice.
Los ganaderos encierran sus ovejas de noche para evitar bajas. No tienen mastines «porque en un pueblo sólo puedes tener problemas con ellos por la gente que pasea, si se salen a la carretera. Esto no hay quién lo aguante», dice otro de los ganaderos afectados, que prefiere no identificarse.
La organización agraria UPA, que denunció los hechos, exige «la actuación inmediata» de las autoridades competentes, para que «se ponga remedio a esta aberrante y preocupante situación». La organización agraria UPA se pregunta qué puede ocurrir si en lugar de a ovejas, ataca a personas.
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