Se llama Juli Iglesias, es vaquero, trabaja en una explotación ganadera de Tamames y en Salamanca es conocido por su buen trato al ganado. El susurrador de los animales habla a sus vacas cuando se acerca a ellas, sin importarle que bastantes sean moruchas y algunas de ellas recias, porque considera fundamental que los animales estén tranquilos. Su máxima es la de que según trates al ganado, así te trata él a ti así que para él el bienestar animal es fundamental, algo irrenunciable.
Publicidad
Pero una vez que empezó la vacunación de las vacas por la enfermedad de la lengua azul y la obligación, cada vez más constante de que los terneros pasen pruebas sanitarias -ahora para ir a cebadero- Juli reconoce que su trabajo ha dado un giro que le hace sentir incómodo y molesto. «Ahora las vacas huyen», dice con disgusto, y explica que «entras y ves que todas miran el escape para ver dónde se pueden ir. Antes entrabas a caballo y siempre las moruchas más recias huían pero a las otras había que levantarlas. Y ahora no pillas a ninguna», se lamenta.
Juli explica que hasta ahora a las vacas se las dejaba tranquilas, apenas se las encerraba. «Ahora cuando vuelves a meterlas a la manga las vacas grandes se enfadan y hay novillas con ellas y reciben palos. Te llegan llenas luego de costurones porque las que menos pueden son las que cobran y eso no lo ven. Van los animales cabizbajos, como un niño cuando va al centro de salud y sabe que le van a pinchar. En condiciones normales las vacas se asientan en una o dos semanas aunque las más recias tardan más, pero ahora cuando se vuelven a asentar las vuelves a meter y vuelve la desconfianza y ya no te puedes meter entre ellas», dice. «Se pegan las vacas unas palizas y otra los caballos para encerrarlas. No sé a qué iluminado se le ocurre algo así o lo de meter los terneros antes de ir a cebadero cuando van a muerte...», denuncia. «No puedes decirles, tienes que entrar aquí porque lo dice el ministro o no sé qué persona. Encima los terrenos nuestros son enredados, foscos, de campo duro y la vaca tiene mucha defensa».
Dice que ya no le sirve ni el saco de tacos para medio engañarlas. «Ahora te dicen que no entran ni con saco porque tienen recuerdos de lo que se le hizo antes».
Juli mantiene que no se puede tratar así a los animales, que va contra el bienestar. «Luego hablan de eso y dicen que contaminan las vacas y contaminar es coger el coche para ir a 200 metros. O dicen que en el campo no están bien los perros cuando vas a capitales y los ves gordos como salchichones, o con abrigo, que no pueden ni andar. Aquí le pones un abrigo a un perro y se te mata contra la pared. Se quieren cargar el campo y lo van a conseguir», advierte. Y hace una reflexión: «En pandemia las vacas eran las mismas y bajaron los niveles de ozono. ¿No será que contaminamos las personas y no los animales?».
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.