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Carmelo García, junto a sus perros y ovejas, cerca de Villoria.
«Tener un perro en un piso es maltrato animal»

«Tener un perro en un piso es maltrato animal»

Carmelo García tiene 44 años y pastorea ovejas y adiestra a los perros desde que tenía 14 años. Está en contra de «la moda» de tratar a estos animales «como a personas»

Susana Magdaleno

Salamanca

Jueves, 17 de octubre 2024, 17:47

Es pastor desde siempre, menos en un paréntesis breve que abrió para probar a trabajar en agricultura, con patatas. Le duró el alejamiento mes y medio. «Me he criado con esto, lo llevo dentro y tira», explica. Y desde que volvió sigue con su rebaño, sin ganas de marchar, aunque sí con el temor de tener que irse. «Yo antes pensaba jubilarme con el ganado y ahora veo que no me jubilo con ellas porque son muchas trabas de papeleo y luego estás pendiente de los agricultores, que te dicen que no puedes entres ahora con las ovejas que voy a arar o que voy a hacer esto porque ha llovido».

Carmelo tiene en Villoria una explotación ganadera de ovejas junto a su padre y a su hermano. Cada uno con su parte y él, con un trabajo de 7 días a la semana y de hacer muchas horas en el campo. Calcula que se puede pasar al día 6-7 horas caminando con su rebaño y es ya de los pocos que aún pastorea con ellas. «Antes éramos por lo menos cinco en Villoria con ovejas y ahora quedamos nosotros y Julián Barrera. Esto es muy esclavo -explica- y tiene que ser que te guste y quieras estar ahí para aguantar». Y dice lo anterior aún sabiendo que el momento actual «está bien de precios, aunque ahora lo que pasa es que no hay corderos».

Tiene ovejas cruzadas y algunas, pocas, de leche, porque también ordeña. En total entre los tres calcula que suman unas 2.000 y con ellas, los perros, a los que Carmelo siempre le ha gustado adiestrar.

Recuerda que fue a los 14 años cuando tuvo el primero. «No era muy bueno y lo tenía mi tío, así que me lo dio porque no le valía para nada. Tenía tiempo, lo cogí a capricho y empecé con él: 'Ponte aquí', 'ponte allá'... y, al final, era más que una persona. Me podía ir donde quisiera porque estaba él. No he vuelto a tener un perro como ese. Le quería con locura y no veas lo que ayudaba porque cuando las ovejas se ponen modorras no hay quién las mueva, y él lo hacía».

Y ha tenido muchos y le han sorprendido. Por ejemplo, recientemente una mastina que tiene ahora, de dos años, que cuando escucha algo que parece un disparo sale corriendo para recoger a las ovejas. «Al principio nos sorprendía pero luego ves que va rápido hacia ellas porque ve que hay peligro», explica.

Lo que reconoce que no entiende es la «moda de los perros tratados como personas».

«Un perro es un perro», dice, «igual que una oveja es una oveja». «Y el perro tiene que tener el vicio de ir con el ganado y hacerse respetar por las ovejas». Su zona es muy compleja para un pastor por los diversos cultivos de regadío y es el perro el que tiene que evitar que las ovejas entren en maíces, trigos, patatas, remolacha... «Ahora está la moda esa, pero un perro es un perro. Nosotros a lo mejor queremos más a nuestros perros que otros que los puedan tener en un piso. Yo veo que tener un perro en un piso es maltrato animal porque aquí el perro está todos los días suelto y no está pendiente de que lo saques o no».

Carmelo defiende que los perros son animales muy inteligentes y que su formación como perro pastor debe comenzar a los 3-5 meses. «Si veo que el perro tiene 5 ó 6 años y no aprende, lo dejo de reserva en la nave y empiezo con otros», dice. A él razas como el border collie no le valen porque mantiene que, aunque son animales muy listos, su experiencia es que no se hacen respetar por las ovejas. Luego tiene claro que para aprender el perro tiene que ir solo. «No aprende de otros. Le llevas con el ganado y cuanto tiene una situación complicada, sueltas al que sabe. Luego ya le vas mandando y sujetándolo. Tiene que tener el vicio de querer trabajar, de ir con las ovejas y los primeros días no es poco que vaya detrás de ti».

«A los mastines les mete de pequeñitos con ovejas paridas y el mastín juega con los lechazos y la oveja, como defiende a su cría, le da coscorrones. Y así van creciendo, con el ganado, jugueteando, como si fueran hermanos. Así luego los mastines están pendientes de las ovejas. Las ovejas de ellos, no. Ellas son independientes para todo».

Carmelo tiene las ovejas a 7 kilómetros de Villoria, y reconoce que le da igual que venga el tiempo con calor o frío. Las ovejas, sin embargo, lo que llevan mal es la lluvia. «Luego aquí no ha cambiado nada desde que llevo: en verano hace mucho calor, y en invierno, frío. Lo que sí veo es que esto se acaba porque nadie quiere seguir y quedarán ovejas pero en fincas. Para estar como estamos aquí, en el campo con ellas, no va a haber gente».

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