Ricardo Sánchez tenía un bar en la avenida Villamayor, en la capital salmantina y hace dos años decidió traspasarlo y volver a su pueblo, Santiz, donde pretendía vivir como ganadero.
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Compró unas ovejas y cabras -alrededor de medio centenar- y su intención inicial era ... la de ir ampliando poco a poco la explotación ganadera. Pero pronto chocó con la realidad y cambió de proyecto prioritario. Explica que le frenaron «las mil trabas para tener ganado y también que se necesita mucha inversión para crecer».
Así que abrió otra vía de trabajo, la de limpieza del monte, que también le llamaba mucho la atención desde que era niño, y se dispuso a aprender el oficio de cortacino porque estaba decidido a quedarse en el campo y vivir de él.
«El campo es lo que siempre me había gustado y lo que mis padres y mi familia me habían inculcado desde pequeño. Cuando decidí volverme al pueblo, yo ya sabía que el camino no iba a ser fácil porque el mundo rural está fastidiado y cada día más», explica.
Ricardo, que ahora tiene 31 años, cuenta que también le animó a inclinarse por ser cortacino el hecho de que hubiera tan poca gente en este oficio que consiste en cuidar del monte con el arreglo de árboles, en especial de encinas. Vio precisamente en esa escasez de gente con esta vocación una oportunidad para él.
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Así que junto a su padre, que tampoco conocía este oficio de cuidado del monte, fue aprendiendo y ahora, aunque tiene ganado, vive fundamentalmente de esto.
«Es muy satisfactorio ver todo el proceso que lleva este oficio», dice, y destaca la importancia de arreglar el monte «para que no se pierda porque si no se arregla, las nevadas, los vientos... tronchan los brazos y se mueren los árboles», explica.
«Compramos una retroexcavadora y ahora queremos comprar un tractor para gradear los montes y sembrar a los particulares», explica. No se arrepiente del paso que dio tras dejar el bar, todo lo contrario.
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Lo de las ovejas está más complicado. De hecho, Ricardo considera que dedicarse a la ganadería de ovino y partir de cero, como pretendía él cuando dejó el bar, «es ahora mismo imposible». «Necesitas unas mínimas inversiones para instalarte y entonces tienes unos costes altísimos de los que no dispone casi nadie», asegura.
Por si fuera poca la dificultad de dedicarse a la ganadería, también tuvo la visita del lobo, que le mató ovejas en su explotación en agosto.
En ganadería su apuesta es por razas «diferentes». Y ahí el capricho son las ovejas de raza suffolk que pastan en su explotación. Esta raza es originaria de Inglaterra, es de tamaño grande y llama la atención por su cabeza y patas fuertes y negras. Es muy valorada tanto por su carne como por la lana.
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También tiene una muestra de ovejas de raza Inra 401, que son de un tamaño más reducido y se trata de una raza cárnica y seleccionada en Francia.
Y en cuanto a gallinas, que también tiene en su explotación, su apuesta es por la gallina más grande del mundo, la brahma gigante. Puede llegar a medir 70 centímetros de alto y pesa hasta 5,5 kilos en el caso de la hembra y de 7, en el de los gallos. Se caracterizan también por el plumaje abundante y de diferentes colores. Puede vivir hasta 8 o 10 años.
La vida de Ricardo ha dado un giro del que está orgulloso, como de su oficio de cortacino, que no quiere que se pierda.
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