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Cuando Vox llevaba la Consejería de Castilla y León, que ha sido hasta casi antes de ayer, dejó su decisión por escrito: sanea el veterinario libre y el de la empresa contratada. Estaban contentos los ganaderos, pero algunos; y los veterinarios libres, pero también algunos. Pocos colectivos aplaudían del todo y hay división en las organizaciones hasta por provincias. Lo explican en que Salamanca cerró 2023 con una prevalencia en tuberculosis de 4,13, pero Burgos y León están libres, y Zamora, Soria y Palencia, por debajo del 1. Y reconocen miedo a dar pasos en falso. Y miedo a que si un veterinario trabaja para un ganadero, no tenga independencia.
Lo que no se entendería es que se dudara de la profesionalidad de un veterinario libre cuando se le exige la misma capacitación que al resto. Además, si la Junta dispone de algo y en cantidad es de datos para advertir situaciones extrañas, si surgieran. Es la Consejería la que controla el saneamiento y la que debe inspeccionar que nadie que participe en él se desvíe del camino que ella marque.
Luego es curioso que se hable tanto del saneamiento, de la tuberculosis, cuando no surgen esas reflexiones en el caso de otras enfermedades, como la lengua azul, en manos de veterinarios libres. No es entendible que se cuestione tanto al ganadero cuando lo que quiere es que su ganado esté sano y cuanto más, mejor, y si hay excepciones, para eso están también las inspecciones.
La otra realidad es que hay pocos veterinarios clínicos para tanto ganado. Y que cada vez son necesarios. Y la realidad es que fue necesario reforzar a la empresa contratada con veterinarios libres. Y si queremos controlar la sanidad animal, es necesario tener veterinarios clínicos y que sus condiciones de trabajo sean atractivas. La futura facultad de Veterinaria de Salamanca tiene detractores, muchos, pero también están los que la defienden como esperanza de formación en vacuno.
Cuando el PP ha llegado a la Consejería, ha limitado las funciones de los veterinarios libres en el saneamiento. Están contentos algunos ganaderos y algunos veterinarios libres, no los que quieren sanear, que son pocos, en parte porque otros esperan la convocatoria de cursos.
Estamos en un punto en el que hacen falta veterinarios; hacen falta ganaderos; y, por supuesto, no pueden faltar garantías sanitarias. Y no se sabe cuántos puntos de estos cubre la decisión salomónica.
Es una realidad que el peso del saneamiento lo llevan los ganaderos de nodrizas. Y que a lo mejor, con tantos enfermedades, puede ser el momento de darle una vuelta a la gestión en su conjunto y poner en valor al veterinario clínico y permitirle al ganadero un orden, aunque sólo sea para encerrar el ganado para vacunar y sanear de una vez. Darle una vuelta a la posibilidad de flexibilizar más movimientos sin riesgo sanitario, y también a las agrupaciones sanitarias (ADS), que no dejan de ser veterinarios de explotación, pero a lo grande, con posibilidad de afrontar programas y fórmulas ya probadas que garantizan independencia y servicio. El momento es difícil, sí.
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