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Cinco días después volvió el presidente y ahora parece que en versión «mi mujer y yo». Y hay que reconocerle la puesta en escena para comunicarlo: esa sorprendente visita al Rey (al que ignoró cuando escribió la carta) y que ahora nos puso en un «ay». Aunque a muchos, sorprendente, no les arrancara más que un «bueno, sí». No creían que se fuera.

Luego, ese adelanto de su convocatoria con la que nos enganchó; y esos extraños nervios del presidente, que repartían angustias y esperanzas a partes iguales. Y el ciudadano de a pie, con ese cosquilleo con el que esperas la nota del examen. Y el presidente, gustándose en el drama. Y advirtiendo o amenazando: que esto es un punto y aparte, que libertad de expresión no es para difamar... Y le han bastado 15.000 personas aclamándole en Ferraz para decidirse y una encuesta flash del CIS en la que sólo el 36,7% le pide que siga. Y comparecencia y sin preguntas, claro.

Y después de un fin de semana tan tristemente animado; después de esas apuestas en casas y el «te lo dije» de ayer, queda como una desazón. Parecida a la de cuando llega el último episodio de una serie y el final es un bluf.

Ayer se vio que esta partida estaba planeada de principio a final y que ni fallando el público del «Pedro, quédate» se cambió el guión. Y piensas en aquel que fuera a Ferraz con su buena voluntad y su pena, y da cosa. Ayer parecía un día preparado para «zasca» a la derecha, pero fue para todos los ciudadanos, incluidos sus votantes. Fueron cinco días en los que el presidente jugó con los sentimientos de demasiados. Era el «se queda» o «se va» y con su decisión, la continuidad o no del resto del Gobierno.

Y ahora, ¿qué? El «se queda» presidencial puede ser el paseo triunfal de Sánchez o, al final, pasarle factura, porque su bolo electoral deja en anécdota sus cambios de opinión. Y no cuela esa sensibilidad de Sánchez.

Si fuera tan sensible a una manifestación de 15.000 ciudadanos que le piden que se quede, no se explica cómo fue tan insensible cuando 100.000 le rogaron que cuidara el campo. No se explica cómo alguien así se ha mostrado tan insensible a las numerosas protestas agrarias, porque ni se dignó a reunirse con las organizaciones agrarias. Tan insensible a las numerosas manifestaciones que le piden que aplique en España el recorte de protección del lobo que le exige Europa.

Ahora el «se queda» de Sánchez es también el de Planas y también el «se va» de Teresa Ribera, pero a exportar el modelo verde a toda Europa. Y su reto es el cambio climático y cree que los agricultores y ganaderos tienen que apoyarla, en primera línea, y cuenta que sabe de una bodega que tendrá que cerrar por la sequía. No habla del lobo, y de cuántas explotaciones ganaderas tienen que cerrar por sus ataques. Ni una palabra. Tampoco del agua, ni de que entre sus planes por la sequía no está el de construir embalses o agilizar la modernización de regadíos. «Se quedan» Sánchez y Planas y «se va» , pero a colonizar el resto de Europa, Teresa Ribera. ¿Quién dijo miedo?

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lagacetadesalamanca Se quedan y se va