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Hay dudas sobre si este gobierno es el mismo o cambia en su relación con la agricultura y la ganadería, criminalizada la legislatura pasada. Se sabe que, por una parte, está Teresa Ribera, el ala dura, que no cambia.
Es la que dice que regadíos y embalses, mejor no, por el impacto, y que, a la vez, es capaz de advertir sobre la falta de agua almacenada.
La misma que dice que hay que proteger al lobo, prohibir su caza, aunque no sepa cuántos hay. Incluso aunque en una zona acabe con la ganadería y con los ganaderos. Es Teresa Ribera, la misma a la que ahora la Comisión Europea le ha dicho que proteger al lobo está bien, pero no tanto. Y la misma que no sabemos lo que piensa de eso, porque no se ha pronunciado. Pese a las numerosas peticiones para que derogue la ley del lobo, no habla.
Tampoco fue amiga de llegar al consenso las comunidades loberas, todas en contra de esa protección. Y es la misma con esa habilidad para utiliza un argumento para lo uno y lo contrario: tengo que proteger al lobo aunque no haya censos actualizados. Y no puedo desprotegerlo ahora, como me piden, porque no hay censos actualizados.
Hay otro Ministerio que preocupa, que es el que antes llevaba Ione Belarra. Ahora está al frente de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 Pablo Bustinduy, y una de sus primeras medidas, esperanzadoras para los ganaderos, ha sido el cambio de director general de Derechos de los Animales. Ahora ha sido elegido José Ramón Becerra, una persona que viene con fama de alcanzar acuerdos: en el País Vasco aprobó el proyecto de ley de Protección de los animales con el apoyo de los principales partidos políticos. Todo lo contrario a su predecesor, Sergio García Torres, que era estilo Teresa Ribera.
Pero Bustinduy comentó al llegar al cargo que se apoyará en asociaciones animalistas para tomar decisiones y eso, en círculos ganaderos, no ha gustado. Tampoco gusta el papel de la activista animalista Aïda Gascón, ideóloga de Yolanda Díaz. Ella fue la encargada de redactar el programa de Sumar: contempla un plan en 10 años para reducir la producción y el consumo de carne. La caza y los toros está siempre en su punto de mira, como el sacrificio cero.
De la incidencia de la agricultura y ganadería en el cambio climático no se atreven a hablar, por ahora. Con este frío, dejan lo del calentamiento para otro rato.
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