Ahora hay ganaderos que tienen fincas y, otros, que tienen lo que antes eran fincas y que ahora prefieren llamar «espacios». Y no sólo están contentos con esos jardines inmensos en pleno campo, sino que entienden que las fincas deben desaparecer y ser «espacios». Y en esos «espacios», la ganadería se reduce a ser mero acompañamiento de la fauna.

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Y son cada vez más los urbanitas que aplauden el concepto porque suena bonito y porque al animal cada vez se le humaniza más. Y nos dicen que si lo tratas con cariño, te da cariño, como si un ganadero no lo tratara así o incluso mejor. Como si un lobo no fuera un lobo por mucho cariño que le des. Pero se lo creen.

Se lo explicaba francamente bien Inka Martí a Julia Otero. Ella y Jacobo Fitz-James, el tercer hijo de la duquesa de Alba, tienen una finca en Salamanca de 4.000 hectáreas y está orgullosa de que sea terreno vedado y en él no se pueda cazar.

Inka definía su «espacio» como pulmón, corazón, reservorio de los animales salvajes. Y Julia mostraba su admiración, como seguro que tantos otros. Ahora por fin se veían liebres, que habían desaparecido, o al águila imperial. Y Julia deslizaba lo agradecidos que tienen que estar sus vecinos «o deberían».

Y siguió la conversación y resulta que en ese «espacio» no podía faltar el lobo. Y cuando se habla del lobo y se escucha desde la ciudad, el sonido se envuelve de magia y misterio. Ya cuando Inka reconoció que «me siento como Mowgli, aprendiendo a convivir con ellos», con la familia, el ambiente era ya de subidón.

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Su «espacio» es de animales sin fronteras, aunque dentro de ellas vivan también vacas moruchas. Contaba la entrevistada lo adaptada que está la raza para convivir con el depredador. «Se juntan, patean y ahuyentan al lobo», decía Inka, que vive en el paraíso de Félix Rodríguez de la Fuente y se siente casi su hija.

Lo que era una finca ganadera de la duquesa de Alba ahora es un «espacio». Lo que era un lugar recogido para el ganado, ahora es terreno sin fronteras para los animales salvajes. Yentre esos vecinos que deberían estar agradecidos, que le pregunten al que se fue con su ganado a otros lugares alejados del «espacio».De la entrevista quedan dudas, como si las moruchas son felices juntándose para patear y ahuyentar al lobo o lo serían más sin esa tensión. Y también si ha habido bajas en el ganado de la finca y si, de ser así, eso realmente importa en un «espacio» de estas características, que ya no es finca.

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También, por supuesto, sobre qué diría el nombrado y admirado Félix Rodríguez de la Fuente, que fue precisamente quien consiguió que el lobo pasara a ser especie cinegética y frenó así su exterminio.

Hay gente que sueña con «espacios», convencidos de la idílica convivencia de fauna y ganado. Y hay fincas ahogadas por la fauna porque conejos o ciervos destrozan sus campos; los jabalíes son reservorio de tuberculosis bovina; o los lobos matan a su ganado.

Ahora se debate si el campo debe ser para fincas o «espacios». Y eso, el campo para el ganado o para la fauna, también se vota en las europeas.

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