En otros puntos de España, como Aragón o León, donde es más abundante, la vaca parda de montaña viven una gran parte del año suelta, en el monte. En Salamanca, las escasas ganaderías que hay, que se cuentan con los dedos de la mano, son extensivas y los animales de raza parda de montaña se sujetan como el resto, entre vallas, y viven todo el año en el campo.
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Es una raza autóctona en peligro de extinción y donde más representada está es en Aragón, Cantabria y en Castilla y León, pero en León. En Salamanca hay en torno a 450 ejemplares, según datos de la Junta correspondientes a finales de 2023, cuando el censo de vacuno, entre reses cruzadas y puras en esta provincia era de 535.101 ejemplares.
No es fácil encontrar vacuno de raza parda de montaña en Salamanca porque son contados los ganaderos que apuestan en esta provincia por ella. María Luis García es de las que cree en esta raza, sueña con potenciarla y tiene previsto que el número de estas reses aumenten en su explotación de Ledrada, en la que también tiene ganado limusín. Pero eso lo dice ahora, porque hace solo un par de meses la vicepresidenta de la Federación de la parda FERPAM, no lo tenía tan claro.
María Luisa lleva 20 años con la ganadería, pero sólo unos 7 con la raza parda de montaña. Su marido, José, la vio en la feria Salamaq y se encaprichó. No sabían si se adaptaría al clima de Ledrada y a la forma de producción. «Son vacas mucho de estar sueltas por la montaña y las que compramos estaban acostumbradas a los Picos de Europa, pero se han adaptado bien». Le sorprendió a María Luis que son «un poco cabezotas» y explica que se escapa una, y las otras van detrás «y no te puedes poner delante porque no se paran. Son muy como ovejas, que donde van una, van todas».
Con su ganado parda de montaña han acudido en dos ocasiones a Salamaq porque entendía María Luisa que tenían que apoyar la raza. Pero el mazazo vino a finales de 2023, cuando por primera vez les salieron animales positivos en el saneamiento ganadero y se vio obligada asacrificar 10 animales de la explotación, gran parte pardos. «Nunca había tenido ningún positivo y se pasa mal porque una cosa es cuando te marcan los animales y otra, embarcarlos para el matadero. Se pasa muy mal», dice María Luisa.
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En su explotación tiene ahora en torno a una veintena de animales de raza parda y serán más porque reconoce que con el último saneamiento, de resultado ya negativo, «recibimos un balón de oxígeno», aunque aún no podrá llevar ganado a Salamaq. De hecho, han ido a León en busca de un semental pardo que llegará en los próximos días: «Liebre junior», hijo de uno de los grandes toros de la raza parda, esa de la que María Luisa destaca la infiltración de la carne y, como curiosidad, que los terneros cuando nacen son blancos y luego se vuelven grises. Ahora su objetivo es criar más animales y venderlos en lo posible para vida. «Todos intentamos ayudar a la raza», dice.
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