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Miércoles, 16 de octubre 2019, 18:16
El campo me ha gustado siempre”. Esa podría ser la carta de presentación de Marina Martín Martín, joven de 24 años que, desde febrero de 2018 vive en Linares de Riofrío, pueblo de su padre y al que acudía constantemente. Estudió enfermería en Salamanca y ejerce en una residencia en Linares, pero se hace cargo también de la explotación familiar de arándanos, que comenzó a desarrollarse en 2015.
Según recuerda, “teníamos una finca con ganado, pero mi madre es de La Armuña y le gusta la agricultura. Se pusieron a mirar explotaciones novedosas y les gustó el tema de los arándanos y, como yo estaba aquí, no teníamos que pedir a nadie que vigilara la finca y así se controla mejor”. Este año ha sido el segundo de cosecha de arándanos, que se ha adelantado por las condiciones climatológicas, pero la finca no estará a pleno rendimiento hasta dentro de unos pocos años. Son dos hectáreas de terreno y más de seis mil plantas. En estos años que lleva con la explotación familiar, Marina ha conocido también las trabas que se encuentran las explotaciones agrícolas y los jóvenes para poder trabajar en el campo: “no se puede cercar la finca porque está junto a un arroyo y la Confederación no te deja, pero por allí entran los jabalíes y y destrozan la plantación. ¿Quién soluciona eso?”.
Este tipo de problemas y la falta de verdaderas ayudas hace que los jóvenes no quieran trabajar en el campo: “en el sector primario nadie se queda, está infravalorado. Se prefiere estar de camarero que en el campo, pero yo soy al revés. Estoy muy a gusto en el pueblo”.
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