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Aceite obtenido en la almazara de Lagunilla. ARCHIVO
Locura por el aceite de oliva en Salamanca

Locura por el aceite de oliva en Salamanca

Cada día las almazaras de Salamanca reciben llamadas de interesados en comprar garrafas y el alto precio del «oro líquido» ha hecho que vuelva el interés por recuperar olivos

Miércoles, 17 de enero 2024, 18:44

No hay día en el que las almazaras de Salamanca no reciban llamadas de interesados en comprar aceite. Son llamadas con cierto truco, como explica Carlos Hernández, responsable de la almazara de Villarino de los Aires, porque la mayoría están interesados en conseguir aceite más barato que en la ciudad. «Piensan que pueden conseguir garrafas por 20 ó 25 litros y no es así, pero es que cuando se vendía a ese precio, les parecía caro», explica Carlos Hernández.

En su zona, se vendieron garrafas de 5 litros el año pasado a 40 euros, pero este año apunta a más alto. «Nuestros costes son gasoil y electricidad y no lo podemos bajar», dice. En Villarino, el aceite se obtiene sobre todo de aceituna cornicabra, algo también de manzanilla, y la analítica ha confirmado la «muy buena calidad» de este año. Han tenido más cosecha que el pasado (entre un 30 y un 40% más por las lluvias), pero el aceite es para los socios y la mayoría lo utilizan para su consumo. La almazara sí compra luego a quien no lo quiera.

Lo positivo de este «boom» del aceite es que existe interés por recuperar olivos que estaban perdidos. La almazara exige a los productores cumplir requisitos de limpieza y es este año cuando ven que, al precio al que está el aceite, hay interés por cuidarlos. «El precio que tiene el aceite de oliva nos viene fenomenal para que no se pierdan los olivos», explica Carlos Hernández. El abandono alarma: en Salamanca en la última campaña se declararon 945,67 hectáreas de olivar, que son 253,61 menos que en la campaña 2021-22.

También son constantes las llamadas a la almazara de Sotoserrano y la respuesta es que no queda prácticamente nada de aceite, después de una cosecha que por segundo año consecutivo ha sido de unos 300.000 kilos, un 30% menor de lo habitual. La variedad manzanilla cacereña es la más abundante y el rendimiento ha sido bajo. El poco aceite que queda se está vendiendo en torno a los 50 euros la garrafa de 5 litros. Vicente Martín, presidente de la almazara, destaca que por fin el precio es bueno para el agricultor, de unos 1,10 el kilo de aceitunas. Pero no es optimista en cuanto a que en su zona este «boom» suponga un impulso para el olivar. «Dicen que hasta mayo de 2025 seguirá con estos precios pero, ¿y luego? La gente no quiere esto ni regalado y a estos precios, bueno, pero como se vuelva a los 50 céntimos el kilo de aceituna y a 25 euros la garrafa, más el coste de producirlo, se van. No puede ser que contrates a alguien y encima acabes poniendo dinero», dice.

En Lagunilla, aún no hay aceite, pero sí muchas llamadas a la almazara. Las de afortunados, porque casi nunca hay nadie en la oficina. Molturaron 460.000 kilos de aceituna manzanilla cacereña (el año pasado 173.000) y están la espera de envasarlo. «Hasta primeros de marzo no la sacaremos», señala su presidente, Tomás López. «Venderemos pero en función de lo que salga».

Tampoco paran las llamadas en Ahigal de los Aceiteros, la primera almazara ecológica que se construyó en Castilla y León y que esta campaña molturó 250.000 kilos de aceituna, de los que se obtendrá entre el 9 y el 10% de aceite. «Hay locura total por el aceite», dice el agricultor y alcalde del municipio, Óscar Sánchez. El aceite de nueva campaña se envasará a finales de febrero o principios de marzo y queda algo, poco, de la pasada. Loli Sánchez, encargada de la almazara, explica a quien llama que el mercado de garrafa no es el suyo. Y que habrá garrafa o no, en función de la producción, pero que el destino de este aceite son restaurantes o tiendas gourmet. «Nuestro objetivo es posicionarlo», explica. La variedad estrella es la zorzal de Arribes, autóctona. «Lo bueno que ha ocurrido este año es que los pocos que tienen aceituna, no han dejado nada en el árbol», cuenta Loli Sánchez, orgullosa de que se valore el trabajo del campo.

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