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Martes, 16 de julio 2019, 22:31
Alfonso artín Pierna, de Paradinas de San Juan, es de los que resistió la adaptación de granjas de gallinas a la normativa de bienestar animal: amplió el tamaño de las jaulas y proporcionó a los animales hasta la lima de uñas para que estuvieran más cómodas. Ahora durante los meses de verano su preocupación está en que los 12.000 animales se encuentren, a pesar de los 35 grados de la calle, con los 23-25 de las naves. Sabe que lograrlo es clave para conseguir cada día en torno a 10.000 huevos diarios. “Si ellas no están con esa temperatura, ponen menos”, apunta.
“El frío es más fácil de combatir porque cortas la ventilación y te preocupas de renovar el aire. Pero en verano siempre es más complicado”, comenta este ganadero que sabe que apenas puede disfrutar de vacaciones porque un fallo en el sistema eléctrico es mortal para sus gallinas. Gracias a que lleva la granja con su hermano Pedro puede irse al menos una semana fuera.
Su día a día transcurre en acudir a la granja cada mañana, vigilar el estado en el que se están las gallinas -”son inevitables las bajas”-, limpia las instalaciones y recoge los huevos. Mientras, su hermano reparte la producción. Por la tarde no falta otra visita a la granja para comprobar el estado de las gallinas que compra con unas 17 semanas y que están en la explotación hasta aproximadamente los 20-24 meses.
Ahora los productores de gallinas se enfrentan a la nueva moda de bienestar animal que es la cría en suelo, algo a lo que este ganadero de Paradinas de San Juan se resiste porque no le ven las ventajas que sí, en cambio, encuentran otros, incluidas grandes empresas.
“Ahora mismo no hay demanda de huevos camperos o de suelo”, apunta, y se agarra a estudios que apuntan a las dificultades de distinguir entre un tipo de huevo y otro. “La gente no está dispuesta a pagar un euro más sólo porque supuestamente el animal sea así más feliz”, mantiene.
En su opinión, además, la cría en suelo tiene grandes desventajas. “Si por alguna razón se asustan, las gallinas tienden a correr y pueden asfixiarse. En las jaulas, en cambio, tienen su espacio, temperatura controlada, bebida, alimentación... las camperas pueden entrar y salir pero cuando las temperaturas son extremas no salen y su espacio se reduce: además si ellas pueden salir, otros animales pueden entrar y pueden acabar comiéndose hasta a una rata”, advierte. “La limpieza del suelo es además más complicada que en batería, que siempre está todo limpio”.
De momento ahora la exigencia es controlar la temperatura. Lo del suelo espera que no llegue.
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