![La ganadera salmantina que pasó del ejército a cuidar ovejas](https://s2.ppllstatics.com/lagacetadesalamanca/www/multimedia/2022/02/17/imagen-photo-2022-02-14-15-55-06_1-3422181_20220217102157--1200x900.jpg)
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Jueves, 17 de febrero 2022, 11:33
Mari Cordobés solo lamenta no disponer de terreno suficiente para poder tener más ovejas y sabe que es casi imposible lograrlo porque en la zona de Ahigal de Villarino, en la comarca de Vitigudino, pocos venden y hasta es difícil arrendar debido a que ganaderos de otros lugares tienen allí hectáreas para sus vacas. Ella en sus casi 50 tiene el rebañito de 120-130 ovejas pero le encantaría ir a más y poder vivir solo de la ganadería aunque dice que ahora con 600 e incluso sin tener que pagar rentas, “se viviría mal”. Y explica que si vendes los corderos a 30-35 euros durante años y “cada muchos años y solo durante unos meses”, como ahora, te los pagan a su precio, “es imposible vivir”.
La historia de Mari podría ser la de cualquier ganadera si no fuera porque ella nació y vivió en Madrid, entró en el Ejército y estuvo destinada en Infantería en Vitoria. Solo eran dos las mujeres porque era el momento de romper moldes. Guarda muy buenos recuerdos de esa etapa, que representaba seguir la estela de su familia, muy de policías nacionales o guardias civiles.
Pero al cumplir los 21 dio un giro a su vida y le anunció a su madre que lo dejaba y que se iba a Ahigal de Villarino, un pequeño pueblo en el que ahora viven 12 personas, de las que 6 son ella, su marido y sus cuatro hijos. Ahora, con alguno más de 40, se muestra feliz con el paso que dio. “Me siento la mujer más feliz del mundo” y no echa nada de menos Madrid “aunque al principio me costó mucho”. Ahora cuando va a la capital solo quiere volver cuanto antes y si llega el sábado, ya está de vuelta el domingo.
Mari había vivido de pequeñita un tiempo con los abuelos, en Brincones, y cree que en ese pasado está gran parte de su felicidad actual: “Para mí las ovejas son ese recuerdo de mi infancia, que era el de estar deseando bajar al pueblo para ver a los abuelos y coger los corderos. Será eso por lo que me gustan tanto”.
Pero empezó con el rebaño no por el de sus abuelos, sino por el de sus suegros. Ellos tenían vacas y ovejas, pero Mari no quería vacas -”no puedo con los cuernos”, dice riéndose- y al cabo de un tiempo se quedaron solo con el rebaño. Su marido tiene otro trabajo y es ella la que se ocupa porque, al contrario que a ella, le gustan poco las ovejas.
Mari explica la razón por la que quitó las vacas y se quedó con ellas: “son mucho más manejables”, dice. “No necesitas tanta fuerza para ayudarlas en el parto y te puedes manejar sola. Además, soy una persona que aunque ahora no estoy entrenada, soy fuerte y levanto un saco de pienso casi como si fuera un saco de paja” y se ríe. Y explica que si nadie quiere a las ovejas, es por el trabajo que dan. “A las vacas en las fincas las atiendes en dos horas. Pero con las ovejas estás con las parideras, corderos, encerrándolas, separándolas... y luego hay muchos costes”, dice. Ahora está viendo resultados del nuevo cruce que ha introducido para sus ovejas, con texel -raza holandesa- y charolés. “Las crías salen pronto y castigas menos a la oveja”, dice.
Es curioso porque de sus cuatro hijos, tiene ya claro que a dos les encanta el campo. Es más, el mayor ya lleva unos años como encargado de finca. “No se puede incorporar porque no puede hacer la inversión, pero le gusta mucho.” Al segundo también le va esa vida y cree que de los pequeños, uno de los dos también apunta hacia el campo.
Para ella la solución a la España vaciada no está en crear puestos de trabajo durante unos meses en ayuntamientos pequeños, sino en facilitar la vida. En el caso de la agricultura, cree que habría que facilitar el acceso a las jóvenes porque las inversiones son demasiado altas para ellos y tienen imposible asentarse aunque les guste. “Si luego hay precios justos y la gente ve que se puede vivir, no se marcharía de los pueblos”, dice, y advierte que ahora quien tiene ovejas en su zona es sobre todo gente mayor. Se despide porque tiene que sacar a las ovejas. Ese rato Mari no lo perdona.
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