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La apicultora Juani Cataño con sus colmenas.
La apicultora salmantina que prefiere dejar sus colmenas vivas a sacar la miel

La apicultora salmantina que prefiere dejar sus colmenas vivas a sacar la miel

Juani Castaño tiene 300 colmenas en Fuentes de Oñoro y afirma que le "interesa mucho que estén vivas por la polinización, tienen la finca ahora mismo preciosa"

Miércoles, 3 de junio 2020, 12:26

¿Qué hace una apicultora en tierra de no apicultures, alejada de Valero y San Miguel de Valero? ¿Por qué en Fuentes de Oñoro se dedica a la cría de colmenas cuando no hay nadie más que se dedique a ello? Juani Castaño se ha hartado de responder a estas preguntas a lo largo de la veintena de años que lleva como apicultura. Dice sonriendo que le costó ganarse el respeto de los apicultores, que al principio la veían incluso como poco más que una “cazasubvenciones”. Es verdad que en tierras de vacas y cerdos es muy difícil encontrar colmenas entre el ganado, algo que conjugan a la perfección Juani y su marido. Él se ocupa de vacas y cerdos y ella, de las colmenas, esas 300 que puso directamente el día que después de hacer un curso de apicultura por casualidad, le dio por introducir a las abejas en su vida. Luego montó su pequeña mielería, donde envasa la miel de encina que producen sus abejas, y ahora quiere adentrarse también en el mundo de los jabones. “Nunca he querido tener más colmenas, solo las que me permitan disfrutar de ellas”. Y ha decidido que esas 300 con las que empezó sean las definitivas y eso que su primer año reconoce que fue “un caos”. “Me dijeron unos amigos que me apuntaban a un curso porque había poca gente y allí me enamoré de las abejas. Un día le dije a José Pinto, con quien coincidí en ese curso y en otros, “creo que voy a ser apicultura” y él me contestó que no lo dudaba y siempre estuvo muy orgulloso de lo que iba haciendo y me apoyaba”.

Además de este gran amigo, Juani tuvo en sus inicios el apoyo de su marido aunque tiene claro que de quien se aprende es de las propias abejas. “Tú te fijas y haces lo que ellas te dicen, son las que te enseñan cada día”.

A Juani le fascina lo inteligentes que son, el control que tienen dentro de la colmena. “Todo es perfecto”, dice. Y cuenta como “intuyen todo”, como cuando va a haber tormenta. “Al principio cuando empecé un día hubo tormenta, me encontré a todas en el suelo y ya pensé que las había perdido. Luego me explicaron que cuando se mojan caen pero que luego cuando se secan vuelven otra vez a volar hacia la colmena”. Le fascina que no les gusten los movimientos agresivos, ni ruidos, o que si la reina no está poniendo es porque avisa, por ejemplo, de que fuera hace calor. “Son alucinantes”, mantiene, y recuerda cuando las vio por primera vez “bailar” para indicar a otras las coordenadas donde estaban las flores.

“La abeja es la lucha, el esfuerzo, el trabajo... viven muy poco y solo trabajan unas para otras y todas ellas de forma muy coordinada. Ves como las veteranas enseñan a las nuevas... Es fascinante”.

Este año Juani está especialmente contenta porque las colmenas se han recuperado después de la elevada mortandad de hace un año. “Empecé fatal el año, con muchas bajas, pero esta segunda primavera ha sido otra cosa y están preciosas. Ahora prefiero mantener las colmenas vivas que sacarles la miel, me interesa mucho que estén vivas por la polinización, tienen la finca ahora mismo preciosa”, dice.

Para Juani resulta una pena que no se valore el papel de las abejas como se debería, con la miel por los suelos o con el peligro de los abejarucos, “capaces de comerse 30 abejas al día. Cuesta mucho mantenerlas y no se dan cuenta de que si no polinizan, no comemos”.

Después del estrés de los meses de enjambres, Juani atraviesa una etapa más relajada en la que se dedica a observarlas. Empezó sin ellas, nadie de su familia ni entorno las conocían, pero ahora tiene claro que quiere vivir siempre con ellas.

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