Los huertos familiares se blindan contra los robos que sufren los pueblos salmantinos

«Una vez recogí unos ajos que tenía en el huerto, los dejé bien colocados en el suelo para que se sercaran un poco antes de llevármelos y cuando volví al huerto ya no estaban», relata un vecino de Cantalpino fiel al huerto desde hace años pero que no quiere ser fotografiado. Desde entonces ha tomado más precauciones para evitar que otros sean los que se beneficien de su trabajo diario en la tierra. Si hay un pueblo en la provincia en el que sus vecinos se destacan por ser expertos hortelanos, este es Cantalpino y quizá después Arabayona de Mógica, pero en prácticamente todos los pueblos se pueden ver pequeños terrenos dedicados al cultivo de hortaliza para el consumo del hogar.

En Cantaracillo lo tienen claro, tener un huerto «es una ayuda para la economía del hogar y te hace mantenerte activo», declara un vecino de esta localidad que tampoco quiere ser fotografiado.

No se incomoda con salir, Pedro Pérez, vecino de Cantaracillo que comparte huerto con su hermano. Cada mañana acuden pronto para regarlo y mimarlo. Entre sus cultivos tiene «zanahorias, cebollas, tomates, pimientos, calabacines», todo ello sembrado en grandes bancales, también tiene un pequeño invernadero. En su caso dice que no le roban porque ya hace tiempo que puso una cerca y una puerta, entonces dificulta el acceso a los amigos de lo ajeno.

A Gonzalo Sánchez de Cantaracillo tampoco le quitan ya hortalizas porque tiene su huerto dentro de un terreno cerrado. Aunque sí recuerda ocasiones en que tenía localizado alguna buena hortaliza a punto de estar lista para recogerla y cuando fue a buscarla ya no estaba. Este último vecino comparte huerto con su mujer, Raquel García, quien le ayuda más con la parte de preparar las hortalizas como menú saludable para su disfrute en el plato.

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