Rafael Canete, con algunas de sus colmenas.

«Me gustaba la apicultura y ahora ya no lo sé»

Rafael Canete, apicultor desde hace 28 años, mantiene que nunca ha vivido antes un momento peor. «Si esto sigue así, yo ya no puedo seguir», asegura. Tiene unas 3.000 colmenas

Susana Magdaleno

Salamanca

Jueves, 6 de febrero 2025, 18:44

Cuenta Rafael Canete que en la última reunión que tuvieron apicultores de su organización agraria, COAG, en Valero, su pueblo, le sorprendió que él fuera, con 48 años, el menor de todos cuando la apicultura siempre había sido atractiva para los jóvenes. Rafael, de hecho, empezó en este mundo en 1999 y ahora reconoce que su duda es la de saber si podrá jubilarse como apicultor porque lleva tres años en los que mantiene que «casi no saco ni para comer. Con la miel a 2,90 euros, no podemos vivir», dice.

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Cuenta que llegó a tener 4.500 colmenas y en el negocio trabajaban él y su mujer, más tres empleados. Al ver cómo estaba la situación llegó un momento en el que decidió no reponer y ahora sólo tiene un trabajador. Aún así es de los apicultores que, sin estar en grupos familiares, tiene más colmenas.

«Estaba la miel de encina, que era la más valorada en Salamanca y antes casi se pegaban por ella. El año de pandemia recuerdo que se vendió a 5,5 y este, a 3,30, cuando todo vale el triple. Aquí producir la miel nos cuesta 3 euros y en Uruguay, 1,38. Tuvimos una protesta (en relación a la del pasado martes en Madrid) y los apicultores italianos al final no vinieron porque su Gobierno les ha prometido una ayuda compensatoria por las importaciones: esto aquí no pasa y cuando es España el país que más las sufre porque es donde hay más apicultores profesionales».

Rafael tiene ahora las colmenas en Cáceres y en un mes se irá a Toledo, donde vivirá hasta junio en un municipio estratégico para moverse hacia las dos provincias anteriores, además de Ciudad Real y Badajoz, que es donde tiene las colmenas. Antes, iba con la familia al completo, ahora, con la edad de instituto, descarta el cambio de centro escolar durante esa temporada.

En junio llevará las colmenas a Burgos y ahí cuenta que las suben de 150 en 150 en el camión, «con viajes de 14 horas de mi mujer y yo turnándonos hasta la Sierra de la Demanda. Es dejar allí las colmenas y bajar a por más, hasta que llegamos a los 3.000. Cada día son 400 euros de gasóil y el coste de una nave allí». Es allí donde obtiene miel de brezo y roble. Luego en octubre las bajan al sur.

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Rafael era un entusiasta de su trabajo. «Me gustaba la apicultura y ahora ya no lo sé», mantiene. «Ahora es ver que trabajas y no sirve para nada. Intentas hacer las cosas bien y a veces te preguntas, ¿pero qué hago yo aquí?» Él cuenta que ahora son muchos problemas, no como cuando empezó. «Está lo de mieles que se importan, los siropes y los etiquetados, que son muy confusos» y llevan años los apicultores pidiendo que se clarifiquen. «Parece además que cada vez que lo toca la UE es peor», dice. Luego no entiende lo que ocurre con apicultores hobbistas y profesionales. «Yo no puedo tener 20 vacas en casa, matar los terneros en casa y repartir la carne entre los vecinos», explica a modo de comparación. «Yo no vendo ni un kilo de miel sin factura, sin que pase por el laboratorio para que esté la trazabilidad: en la cooperativa (Reina Kilama) se da el número de colmenar, pueblo, se cogen dos muestras con la recepción, al posible comprador se le envía y la otra se guarda dos años». Pide que se regule el sector.

Luego, como el resto, sufre la mayor mortandad y las consecuencias de temperaturas inusualmente altas en primavera que han estropeado campañas. Mantiene que no ha tenido años buenos de miel de encina por las altas temperaturas de la noche «porque ni los veranos ni los inviernos son como antes». Afortunadamente no ha tenido malas experiencias con osos -«otros compañeros, sí», dice- pero tiene entre sus «problemas» al abejaruco.

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Cree que habrá nuevas movilizaciones en protesta además por posibles limitaciones a la trashumancia y por el temor a que se obligue finalmente a contar con un veterinario de explotación. «Son las abejas son las que polinizan. Si esto se acaba, ¿qué va a pasar? Como dato, apunta que él casi todos los años lleva colmenas a invernaderos, porque se las piden, y pide el reconocimiento a la labor medioambiental que realiza la apicultura. «Si se acaba, será cuando la echemos de menos», dice.

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