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En La Sagrada se habla de ganadería porque, aunque censados son 89 vecinos, solo hay 18 casas abiertas y en ellas viven 10 ganaderos. Y por eso, porque todos viven del campo -salvo una vecina que regenta el bar que abre los domingos y el resto de días, a la demanda- en La Sagrada hay monotema. Y no se habla de cualquier ganadería porque allí todos parecen haberse puesto de acuerdo en tener cerdos ibéricos (cebo de campo) , vacas y tierras de labor. Hace años que no quedan ovejas y muchos más que la fiebre de Malta se llevó a la última cabra.
Como parece que no podía ser de otra forma, en La Sagrada también la alcaldesa fue ganadera y también, como los demás, tuvo cerdos ibéricos y vacas. Florencia Martín, la regidora, que cumple el domingo los 75 años, reconoce que en su caso la ganadería fue la que le salvó porque en ella se refugió para intentar superar una pérdida. Fue en 1972 cuando comenzó a ser ganadera en La Sagrada —ella es de Cabrillas— aunque nunca se dio de alta —“eran otros tiempos”— y era su marido el ganadero titular. Hace unos 5 años que quitaron el ganado y reconoce que le dio pena porque fue muy feliz atendiéndolo.
De los 10 ganaderos, los más jóvenes son tres, con alrededor de 40 años. El resto están en torno a los 60 años y el relevo generacional se complica, igual que el futuro del municipio. Ramón Benito es uno de ellos y, como los demás, vive jornadas ajetreadas especialmente en esta época del año, entre atender la labor y al ganado. Vacas y cerdos ibéricos están en el campo durante el año pero los ganaderos se tienen que ocupar de que tengan la comida suficiente porque no siempre hay, especialmente en años tan secos como el actual. Y también deben tener cuidado con la bellota para que las vacas no coman en exceso. Ahora aprovechan las buenas condiciones del campo para sembrar.
Durante el día cada ganadero está en su explotación y es muy complicado ver a gente por el pueblo. La Sagrada es un municipio en el que alrededor de 1.800 hectáreas son monte, terreno forestal; unas 800 se dedican a herbáceos y en torno a 600, a pastos. Algunos, como dos de los más jóvenes, trabajan en La Sagrada pero no suelen dormir allí. El resto, sí.
No tienen tienda, solo el bar, de ahí que los vecinos estén pendientes de vendedores ambulantes: el lunes viene el de los congelados; el martes, el de la carne; el jueves pasa el pescadero; el viernes, el de la fruta; y el sábado, uno con un poco de todo. Martes, jueves y sábado pueden comprar el pan. Florencia volverá a presentarse a las elecciones porque nadie más está dispuesto a serlo en este pueblo en el que nadie tiene un minuto, salvo el jubilado. Y el futuro de la ganadería es solo cosa de tres, de los más jóvenes, porque el resto carece de relevo.
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