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Durante los últimos días muchos agricultores y ganaderos me han preguntado por lo que va a suceder con las cotizaciones de los cereales, productos fundamentales para la economía agraria de la provincia de Salamanca. Siempre respondo lo mismo: que si lo supiese, estaría operando en este sector, a lo que añado que no lo sé y que dudo que haya alguien que tenga conocimiento de lo que va a pasar. Y es que la inestabilidad y la confusión que reinan en el mundo se están dejando sentir en el mercado internacional de cereales y, por supuesto, en el español. Las importantes bajadas que se registraron la semana pasada en las lonjas han continuado durante el primer día de la actual, aunque han sido menos acusadas. Así, por ejemplo, en Salamanca, las caídas oscilaron entre los 2 y los 4 euros por tonelada, mientras que en la del Ebro, con sede en Zaragoza, hubo recortes de 2 euros en cebada y trigo blando y de 1 euro por tonelada en maíz; en trigo duro no se registraron cambios.
La culpa fundamental de lo que sucede está en la guerra arancelaria que ha desatado Trump tras su vuelta a la Casa Blanca, con consecuencias importantes, que todavía no estamos en condiciones de evaluar. La Unión Europea (UE), por su parte, ha decidido imponer aranceles a la entrada de determinados tipos de fertilizantes procedentes de Rusia y Bielorrusia, lo que va a complicar las cosas en el mercado europeo de los abonos, y podría contribuir a una subida de los costes de producción. Al fondo de todo lo anterior lo que subyace es el uso de los productos agrícolas y ganaderos, de los alimentos en general y de los medios que se utilizan para producirlos (fertilizantes, fitosanitarios, medicamentos para el ganado o combustibles) como elementos importantes de las guerras geoestratégicas que se han desatado.
En este contexto conviene hacerse una pregunta clave: ¿tienen carácter estratégico y fundamental la actividad agraria y la producción de alimentos? Yo entiendo que sí, por la sencilla razón de que comemos todos los días varias veces. Si llevamos la situación al último extremo, en una guerra son importantes las armas y la energía, pero también la alimentación de los combatientes y de la población en general. Pues, si estamos de acuerdo en todo lo anterior, habría que convenir en que es necesario reconocer ese carácter estratégico de la producción de alimentos y actuar como tal. La Comisión Europea dice que se debe garantizar la soberanía industrial de la UE para recuperar el terreno perdido frente a Estados Unidos y China; otro tanto sucede con todo lo relacionado con la economía del mundo digital. Ambos sectores van a tener la consideración de estratégicos en esta legislatura. Pues bien, llegados a este punto, habría que hacer lo mismo con el sector agrario y la producción de alimentos para garantizar todo lo que se pueda la soberanía agroalimentaria de la UE. ¡Ya estamos tardando!
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