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Que el campo salmantino, a efectos comerciales, depende del exterior es algo más que evidente. Para comprobarlo sola había que leer ayer la crónica de urgencia escrita por Isabel Alonso sobre lo que había sucedido en las sesiones de la Lonja de Salamanca. En el caso de los cereales se hablada como elementos importantes, a la hora de fijar el precio, de la relación entre el euro y el dólar y de las «no noticias» de Trump en lo que respecta a sus aranceles; eso por no citar lo que sucede con la guerra entre Rusia y Ucrania. En el caso del vacuno para sacrificio, Susana Magdaleno nos viene dando cuenta, un día sí y otro también, de los precios históricos que se registran en este sector debido a dos factores fundamentales: la caída de la cabaña y el descenso de la producción en España y en los otros Estados miembros de la UE, por un lado, y el importante tirón de las ventas al exterior, con especial incidencia en las exportaciones a Marruecos y otros países del norte de África, por otro. Es lo que en el sector se denomina popularmente «el barco», aunque ahora habría que decir más bien «los barcos». Y siempre pendientes del Ramadán.
Una situación muy similar se ha vivido durante los últimos meses en el caso del ovino, sector que ha registrado también niveles históricos de precios debido sobre todo al tirón de las exportaciones, porque si fuese por el consumo en España las cosas irían pero que muy mal. También los operadores de este sector están muy pendientes de lo que pase en el Ramadán. Y en el caso del porcino ha que distinguir entre el de capa blanca y el ibérico. En lo que respecta al primero, los precios en el interior dependen en gran medida de que las ventas al exterior tiren. Lo que haga China o las medidas que pueda adoptar Trump se antojan claves. Tampoco habrá que perder de vista lo que suceda, por ejemplo, con los acuerdos comerciales que va cerrando la Comisión Europea en nombre de la UE; el último ejemplo es el de Méjico. El ibérico está en función más del mercado interior, pero cada vez son más significativas las exportaciones, tanto de productos curados como de carnes.
En resumidas cuentas, que el campo depende mucho de lo que sucede por ahí fuera en el capítulo de nuestras ventas, pero también en el de las compras. Ahí van varios ejemplos: la evolución de precio de los fertilizantes, que viene impuesta por el mercado mundial, o de los fitosanitarios; otro tanto sucede con la alimentación del ganado, muy dependiente en España del complejo maíz soja. Es verdad que lo importante es lo que sucede aquí, pero resulta que esto también va en función de lo que pasa por ahí fuera.
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