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Sandra Delgado no quiere ni recordar el año 2022 cuando para ella el ir a la explotación suponía encontrar ovejas muertas por el lobo. Ella perdió unas 20 y su padre, también de Almendra, otras tantas. Sólo entre su municipio, Sardón de los Frailes, Villaseco de los Reyes y Monleras hubo un centenar de bajas de enero a agosto de 2022. En 2023 no volvió a haber prácticamente ataques y sigue igual en 2024. El fin de las bajas en esa zona -donde son de importancia las explotaciones de ovino- ha sido clave para que disminuyeran en 2023 los ataques de lobo en la provincia de Salamanca, a diferencia de lo que ha ocurrido en el resto de Castilla y León.
Sandra cree que ha influido en que no haya ataques que ha habido ganaderos de la zona que no repusieron ganado después de los ataques y, otros, que directamente quitaron las ovejas y apostaron por las vacas. También, que una vez que comenzó el lobo a atacar los ganaderos introdujeron perros mastines, hasta ese momento muy escasos en la zona. También compraron cañizas altas y no había parcela sin bombona «espantalobos». En los momentos de mayores ataques esa zona tenía de noche más luces que una discoteca y los ganaderos optaron incluso por encerrar a las ovejas.
Sandra cree que si hubiera lobo, «no habría mastines ni nada que pudieran detenerle». Ella tiene dos perros que le trajo la patrulla de la Junta que asesora a los ganaderos desde León y, aunque está contento con ellos, con cómo se han adaptado, su gasto ha aumentado. «Los sacos de pienso, ni los ves», advierte. En cuanto a encerrar a las ovejas de noche, cree que no es solución en verano porque si no es a esas horas, los animales con el calor apenas comen.
«Lo que pasamos es mejor ni recordarlo porque son tus animales, estás con ellos y, además, son tu pan, y claro que te duele porque llegas a preguntarte qué haces aquí», explica. «Ahora estamos muy bien, fenomenal, porque antes además un trabajo extra el tener que andar siempre detrás de las ovejas. Por mucho que digan, el lobo no es compatible con la ganadería y aquí lo hemos visto», explica. «Lo pueden poner en un cercado y que le den pienso, pero que nos deje», dice. En la zona de todas formas siguen en alerta «por si acaso». Lo que para ellos no ha parado es la preocupación por el meloncillo o mangosta común, un animal que advierte Sandra que cada es más visible en su zona, y que ataca a las vacas en el momento del parto.
Sandra vuelve a tener ilusión por la ganadería y acaba de comprar unas corderas de reposición de raza merina, y seguirá con los sementales fleischschaf porque su explotación de ovino está basada en la venta de lechazos para carne. Sí lamenta el dinero que obtiene por ellos: «Para que te quede algo, qué menos que te paguen 80 u 85 euros», dice, y reconoce que en su zona el precio cae porque apenas llegan compradores. «Trabajamos todos los días para casi nada», se lamenta Sandra. Ahora tiene unas 200 ovejas y vacas.
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