Son muchos los agricultores que prueban suerte con nuevos cultivos y por eso es cada vez más habitual ver en la provincia algunos como el lavadín, el teff o los arándanos, pero otros parecen que se resisten más.
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Es el caso de la adormidera, cuyo cultivo ha vuelto este año a Castilla y León después de una última campaña donde las amapolas blancas desaparecieran del mapa por la cancelación de la siembra de la única empresa que se encarga de distribuir las semillas a los agricultores, además de su posterior recolección.
En Salamanca, el cultivo de adormidera es la «aventura» en la que hace varios años se embarcó Alejandro Nieto, que durante varias campañas apostó por este cultivo en una tierra que tiene en Cantalapiedra. Después de un último año en blanco (igual que el resto de productores de Castilla y León) en 2024 ha vuelto a confiar en la adormidera, aunque cambiando las tierras de Cantalapiedra por 14 hectáreas en la localidad vallisoletana de Velascálvaro.
«El último año no pudimos sembrar nada, pero esta campaña la empresa que se encarga de las semillas ha recuperado el cultivo», explica este joven productor.
Debido al uso ilegal que puede tener esta planta en la elaboración de drogas como la heroína, su siembra ha estado siempre controlada por el Ministerio de Interior, y gestionada por una única empresa, que es la que supervisa la siembra, el estado de las parcelas y, por último, su cosecha.
Alejandro explica que en este momento el cultivo se encuentra en su fase final, con las amapolas secándose antes de que la cosecha entre, algo que podría ocurrir en un plazo de veinte días. «Se recoge con una cosechadora normal, a la que se le pone un peine», explica.
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De las 14 hectáreas que este año ha podido sembrar en una tierra en Velascálvaro, calcula obtendrá un rendimiento medio de 2.500 kilos por hectárea. «Las amapolas que yo sembré están bonitas, pero hay otras que se sembraron en terrenos más húmedos que están en peor estado», señala.
La siembra de adormidera se realiza en el mes de marzo y para cultivarla se necesita mucha agua. La cosecha se realiza entre los meses de julio y agosto, cuando la amapola se seca, pierde sus pétalos blancos y queda solo el capullo, que se recoge con un peine especial.
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Una vez recogida la producción, la empresa responsable debe comunicar al área de Estupefacientes y Psicotrópicos tanto la superficie recolectada como los kilos obtenidos para que todo quede debidamente registrado.
La empresa también cierra un precio fijo con el agricultor, que esta campaña es de 1,20 euros por kilo, un 20% más que el último año que se pudo sembrar, en 2022, que fue de 1 euro.
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