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Vigilancia continua desde el ordenador o móvil.
Martín Sevillano mira la balsa de purines.
Un cerdo sale de la báscula, a la que entra solo.
Ropa preparada para acceder al interior.

Así es una granja de 4.500 cerdos

Está en Rollán y es de Celestino Martín Sevillano. En 2019 inició el proyecto y tuvo que obtener el visto bueno del Ayuntamiento, la Diputación, por partida triple de la Junta y de la Confederación

Jueves, 13 de enero 2022, 13:23

El ganadero Celestino Martín Sevillano vio por fin cumplido su sueño de abrir su granja con capacidad para 4.500 cerdos ibéricos el pasado septiembre después de largos meses de trabajo. La idea surgió en 2017 pero hasta dos años después no inició el proyecto que en 2019 recibió el visto bueno de todas las autoridades competentes en la apertura de la granja: el Ayuntamiento de Rollán, la Diputación de Salamanca, la Junta de Castilla y León por partida triple: Consejería de Agricultura y Ganadería, Medio Ambiente y también Patrimonio -en este caso porque en la finca habían encontrado restos de cerámica- y Confederación Hidrográfica del Duero. En marzo de 2020 empezaron las obras y el pasado septiembre ya por fin estuvo terminada y comenzó la entrada de animales a través del acuerdo con una integradora.

El acceso a la granja está muy restringido por sanidad y el personal debe ducharse a la entrada y salida. Cualquier otra persona -ya ha recibido inspecciones y visitas de Agricultura, Medio Ambiente, de la certificadora y, por supuesto, casi diaria del veterinario de la integradora- deben ponerse mono con calzas y gorro y entrar en el recinto con las botas desinfectadas. La mascarilla será siempre obligatoria aunque termine la pandemia del covid.

Son 4 naves, cada una con acceso a patio y con lazareto o lugar donde se aísla a animales enfermos. Como es obligatorio, al diseñar la explotación se calcularon dos metros de espacio por cada cerdo y luego la Junta confirmó en una inspección la capacidad real de 4.500 cerdos.

De lo que más orgulloso se siente Martín Sevillano es quizás de la gestión de estiércol, porque de las naves va a una balsa y una máquina separa el sólido del líquido “y es ahí cuando le quitas el olor. Si te metes en la nave, huele, pero en los alrededores, no”. De otro aspecto que está muy orgulloso es del pesaje, automático, con una báscula a la que entran los cerdos atraídos por la comida “y así se les evita el estrés”. Luego está la vigilancia, con cámaras en las naves para que el ganadero vea a los cerdos desde su ordenador o móvil, de día o de noche.

Por fin, su sueño cumplido.

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