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José Luis ordeña cada mañana a mano sus alrededor de 200 cabras. J. L. Iglesias
«Soy de los antiguos: me parieron entre cabras»
HISTORIAS DE CAMPO

«Soy de los antiguos: me parieron entre cabras»

Si se jubila, tiene claro que se acabó ver a estos animales en su zona. José Luis Iglesias vive ahora en El Cerro y antes, en chocitos de escobas

Martes, 16 de abril 2024, 19:54

Haga frío o calor, a José Luis Iglesias se le ve en el monte con su rebaño de cabras y ovejas, por El Cerro. Si él lo deja, está seguro de que se acabaron las cabras en la zona. Y como no quiere que ocurra, ahí está, intentando convencer a su hijo para que siga él. Su rebaño con cabras es el único por allí y este animal empieza a ser tan raro de ver ya en el campo, que en el verano José Luis parece un modelo de la cantidad de fotos que le hacen los veraneantes. «Hasta me da como vergüenza», reconoce este cabrero de 65 años y explica que a veces le pillan cuando vuelve del campo «y venga a hacer fotos y viene uno sin asear».

José Luis y su rebaño no pasan desapercibidos porque a él le gustan que ovejas y cabras vayan «con música», y por eso les ha puesto cencerro a casi todas. Y entre ovejas y cabras, reconoce que se queda con las cabras. En parte, porque como cuenta, «soy de los antiguos, de los que se come la merienda en el campo y de los que parieron entre cabras». Ahora en su rebaño mandan las cabras porque son más. Hasta hace nada tenía 350 ovejas y «ciento y pico» cabras, pero con la sequía y el precio de la paja, quitó unas 200 ovejas. «Mira que yo soy de los que trabajo por amor al arte, pero el año ha sido muy malo y cuando te toca poner de tu bolsillo... Quité ovejas y ahora estoy venga a criar chivas».

Aunque en el rebaño van mezcladas, van más a bosque espeso porque hacia allí tiran las cabras «y a la oveja no le queda otra que entrar». Aunque José Luis deja claro que en su rebaño, quien realmente manda es él. «Si el que va con ellas es un poquito artista, van igual cabras con ovejas que ovejas con cabras».

La vida de José Luis no ha sido fácil. Él es extremeño trashumante, iba en verano a El Cerro y allí finalmente se casó. En el pueblo lleva 40 años. Antes vivía en fincas, subía en trashumancia y vivía en «chocitos de escobas. Era la vida de entonces», dice y recuerda cómo iba con el ganado por la sierra de Baños y por El Cerro y en el claro del monte se hacía la choza con los «cuatro palos y retama y esa era la vivienda tres meses. Ahí se acababa la televisión, la electricidad, todo... Empecé a los 17 años y estuve prácticamente hasta los 26-27 así. Luego cambió el chip».

Y ahora, con el chip cambiado, José Luis sigue siendo de los tradicionales porque aunque compró y arrendó tierras, pastorea. A las 5 de la mañana en verano se levanta, ordeña las cabras a mano, sale con ellas hasta las 12, vuelve de nuevo en torno a las cinco y no regresa a lo mejor hasta las 12 de la noche. En invierno comienza a las seis, ordeña, prepara los animales «y cuando quiero volver a lo mejor son las 9 de la noche. No voy ni a comer, llevo morral».Tiene un tanque para la leche y la lleva a Zarza (Cáceres) cada dos días y el resto del tiempo se le puede ver por El Cerro, con su carea «cuidando lindes, que eso no ese estila porque ahora las fincas están alambradas».

Y para el que quiera escucharle cuenta José Luis que las cabras le gustan más que las ovejas porque «son más vivas» y defiende lo mucho que cuidan el monte: «Lo mantienen porque van punteando, cortan lo justo para que siga el bosque funcionando y no acaban con él». De las ovejas destaca la memoria que tienen «porque tú puedes ir a un sitio donde comieron bien y aunque fueran hace dos años vuelven allí y van enseguida para allá». Son también diferentes en que la cabra para él se maneja mejor. «Si salta a una finca que no es suya, le pegas un silbido y rápido escapa de ese sitio. A la oveja, o le mandas el perro, o no se mueve. Se hace la loca». Tiene cabras serranas, ovejas castellanas... «si es que soy antiguo, hasta para eso». Estos días disfruta de un campo que ve como pocas veces, «con mucha hierba y buena floración». La lástima, el meloncillo, que le mata corderos y cabritos. Aún así, su deseo: «Que mi hijo se quede. Sé que esto es fastidiado pero me gusta.»

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