Martes, 2 de abril 2019, 13:15
Embelesado, embobado, absorto, hechizado, magnetizado, cautivado, arrobado... Tranquilos, no es una competición de sinónimos. Son los sentimientos que provoca “estar en Las Batuecas”. En sentido literal y figurado. La expresión que popularizó Mariano José de Larra en su “Carta a Andrés escrita desde Las Batuecas por El Pobrecito Hablador”, es certera y plenamente vigente. Aunque por aquellas tierras “no se leía ni escribía”, no faltaba “la salud ni el buen humor”. Así lo aseguraba el insigne escritor y periodista madrileño. Hoy se lee y se escribe y sigue habiendo mucha salud y buen humor. No es para menos. Estar rodeados de una frondosa vegetación de castaños, madroños, alcornoques, encinas, durillos... es sinónimo de vitalidad. Aire puro. Ni boinas contaminantes ni molestos ruidos. Las Batuecas son, además de un parque natural junto a la Sierra de Francia, una reserva privilegiada. Sin atisbo de masificación. Un paraíso en el que practicar el senderismo y perderse por pinturas rupestres, cascadas, “roques canarios”, paisajes otoñales y hasta un monasterio donde multiplicar por dos el significado de las palabras paz y sosiego. Vamos a dar un paseo por el corazón de Las Batuecas.
Publicidad
El sonido de la campana rompe el silencio cada atardecer en La Alberca. “Fieles cristianos acordémonos de las benditas almas del purgatorio con un padrenuestro y un avemaría por el amor de Dios”, reza “La moza de las ánimas” por las calles del pueblo. Una de las tradiciones más arraigada de la localidad serrana. La puerta al valle de Las Batuecas. El mejor inicio para hacer una ruta por los paisajes que embobaron a Mariano José de Larra.
Podemos adentrarnos en el paraíso tomando la carretera que una la localidad albercana con la alquería cacereña de Las Mestas. Un vertiginoso asfaltado que se adentra en un tupido bosque que embriaga. Al comienzo del verano, su verde es casi magnético. A mitad de camino, en una de las curvas de la zigzagueante carretera, un camino lleva hasta uno de los rincones donde, en pleno siglo XXI, se puede alcanzar la auténtica paz. Es el monasterio del Santo Desierto de San José de Las Batuecas.
Los preceptos de la orden de los Carmelitas Descalzos, fundadora del mismo, siguen muy presentes. Silencio, oración y trabajo en común. Tanto para los religiosos como para los que deseen alojarse en su hospedería. Un lugar para reencontrarse consigo mismo. Para orar y meditar. Para conectar directamente con la naturaleza y, quién sabe, si con Dios también. Sin cobertura. Sin noticias del exterior. En perfecto y absoluto silencio.
La tranquilidad que se respira en el monasterio sólo se rompe con la presencia de los senderistas que comienzan en este punto una de las rutas más populares de Las Batuecas, la del Chorro. Pegado a los muros del espacio monacal y acompañados con los versos de San Juan de la Cruz (“Buscando mis amores iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras y pasaré los fuertes y las fronteras”) arrancamos un itinerario que transita entre canchales pegados al arroyo Batuecas. En uno de ellos podemos ver una muestra de cómo el lugar estuvo habitado desde tiempos inmemoriales. Las cabras y las escenas de caza pintadas, que a duras penas ya se pueden ver, atestiguan el paso de los hombres del Neolítico por este enclave de la provincia de Salamanca.
Publicidad
Madroños, robles y alisos abrigan a la cascada del Chorro. Una caída de agua de doce metros que se puede disfrutar desde su base, pero también en su origen. Allí, en los meses de verano, las aguas frías del regato del Chorro son un bálsamo contra las altas temperaturas.
Respetando el periodo de anidación de aves, el caminante también se puede adentrar por un el paisaje con cumbres y valles que parecen sacadas del lienzo del mejor pintor realista. Lo bueno comienza en el puerto del Portillo, a 1.240 metros de altitud. Situado en la misma carretera que une La Alberca con Las Mestas, pero al que también se puede llegar caminando.
Publicidad
Desde la Casa del Parque de La Alberca parte el sendero PRSA-10 señalado con marcas blancas y amarillas. Este camino permite llegar desde la localidad serrana al mirador a través de un bosque de pinos. Una vez allí, el sendero continúa adentrándose en el valle y rumbo al Monasterio del Santo Desierto de San José de Las Batuecas.
Pero volviendo al Portillo, desde allí sale el sendero que lleva hasta otro de los puntos más bellos de toda la zona. Hablamos de la Portilla Bejarana. Un lugar que ofrece unas bellas vistas de las sierras de Béjar y Candelario y que además se comunica con la conocida como La Torrita, una pequeña torre de piedra que recuerda a esos roques tan populares en Tenerife y Gran Canaria. Desde ella podemos tener una panorámica completa de la Sierra de Béjar (de ahí el nombre de Portilla Bejarana). Si bajamos rumbo al sendero que une Herguijuela con La Alberca, convertimos la ruta en circular.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.