Detalles de Emilio de Justo. ARCHIVO

Un reto de torero: la cita de Emilio de Justo con Madrid el Domingo de Ramos

Artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento ‘Toros’ de LA GACETA

Sábado, 26 de marzo 2022, 10:28

La corrida del Domingo de Ramos en Madrid es la gran incógnita. Como cualquier tarde de toros en la que nunca está nada escrito, aunque esta con un plus mayor. Es un reto mayúsculo. Emilio de Justo solo y a solas en la escena, que no es una plaza cualquiera, sino la más relevante, exigente y complicada del orbe taurino. Seis toros en Las Ventas de los más variados encastes en el menú. El recuerdo imborrable de Iván Fandiño, que fue el último que ideó, asumió y protagonizó una tarde así sin el amparo de ningún abono ni dentro de las combinaciones de una feria. Fracasó aquella tarde en Madrid, porque los toros no embistieron y porque todo funcionó a lo grande hasta que salió el primer astado por la puerta de chiqueros. La expectación fue desbordante antes del festejo y se colgó el cartel de “no hay billetes”. Ese fue el primer gran éxito. Y al final último. El órdago de Fandiño para asaltar las anquilosadas y herméticas estructuras del toreo no salió. No pudo dinamitarlas. Y como pintaron bastos, de ahí en adelante su admirable ascenso comenzó a desinflarse. Los taurinos que tienen la sartén por el mango se salieron con la suya... Y también los agoreros que, incluso hoy, siete años después vuelven a poner sobre la mesa similares argumentos, al mismo tiempo que siguen criticando la anarquía en la que se desenvuelve el toreo donde casi todo ha dejado de tener valor. Ni el triunfo ni el fracaso. Lo que ocurre en la plaza ha dejado de fluctuar en la bolsa taurina. Los triunfos apenas suman y los fracasos casi no restan. El toreo se ha encerrado en una burbuja en la que es imposible entrar y donde casi no hay manera de romper carteles para aportarle nuevos estímulos al aficionado.

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El caso de Emilio de Justo es uno más. Sus triunfos incontestables hace no tanto le hubieran permitido sentarse en la mesa de los privilegiados desde hace mucho. Aunque empieza a hacerlo, debería de haberlo gozado antes y mejor, e incluso ya deberían de haberle dado una categoría que aún le siguen escatimando. Le lanzó, pero solo con reservas, la primera puerta grande antes de la pandemia e incluso las dos salidas a hombros de la pasada campaña en el mismo escenario no le han llevado aún al sitio que merece el triunfo más absoluto que se puede conseguir en el toreo.

Y ahí, lejos de conformarse, está ante el nuevo reto. Seis toros en Las Ventas el 10 de abril antes de la triple comparecencia en San Isidro. Riesgo máximo para que le frenen. Confianza absoluta para lanzarse. En un momento del toreo en el que el acomodamiento excesivo de las primeras figuras ha llevado al toreo a una situación crítica con la consiguiente falta de ilusión de quien paga en la taquilla. En ese momento de conservadurismo, como sucedió en su día con el gran Fandiño, cuando sale un torero que se atreve a romper el cascarón para intentar dinamitar el sistema, solo sirve el elogio, el apoyo y el reconocimiento. Ante el gesto y ante el reto. Se podía haber estabilizado en una zona de confort. Pero no. Quiere más. Y esa es la ambición que marca la diferencia entre los mediocres y los elegidos. En época de conformistas, ahí va un aplauso de admiración para los valientes.

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