Un crespón negro en Hernandinos: fallece el ganadero Francisco Rodríguez

Uno de los cinco hijos del mítico Dionisio Rodríguez fallece en Villavieja de Yeltes a los 87 años

Martes, 7 de marzo 2023, 13:55

Villavieja de Yeltes y la finca de Hernandinos se vistió de luto con la muerte de uno de sus ganaderos más queridos. La semana trajo el fallecimiento de Francisco RodríguezGarcía, a los 87 años de edad, uno de los tres varones de los cinco hijos que tuvo el mítico Dionisio Rodríguez, uno de los emblemas del toro de Santa Coloma en el corazón del Campo Charro.

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Su dolorosa marcha hizo que profesionales del toro, amigos y el pueblo de Villavieja se reunieran el pasado jueves, 2 de marzo, en torno a una de las familias más queridas del campo bravo de Salamanca.

Dionisio, que falleció en marzo de 2017, renunció voluntariamente al papel de protagonista dentro de una ganadería en la que el propio Francisco era el que marcaba el camino, el relaciones públicas y el que gustaba de dar visibilidad a la ganadería dentro de las grandes ferias de la temporada. Andrés Celestino, el mayor de los hermanos y que junto a María Rita, son los únicos que viven, era el más estaba dedicado al día a día de la ganadería a pie de campo.

La finca de Hernandinos y la familia del patriarca Dionisio Rodríguez es sinónimo del toro de Santa Coloma. La de rendir culto a uno de los emblemas de Salamanca. Una manera de ser y de sentir. Una fidelidad absoluta a la bravura en estado puro. Así, con afición, tiempo y conocimiento formaron una divisa señera en el Campo Charro. Con toros de esta ganadería de Dionisio Rodriguez, la A enmarcada dentro de un círculo, con divisa roja y amarilla, se produjeron tardes y faenas que quedaron marcadas para el recuerdo, como la presentación de Julio Robles como matador de toros en La Glorieta en 1972, en una jornada en la que bordó el toreo cortando tres orejas y un rabo.

Los santacolomas de Dionisio protagonizaron tardes históricas en los años 70 con la gloriosa terna salmantina: El Viti, Capea y Robles; otra gran faena de Armillita o también el mano a mano de entre César Rincón y Julio Aparicio, todas ellas en La Glorieta, donde brillaron los toros de un encaste único al que poco a poco fueron apartando las nuevas modas del toreo. Toros nada aparatosos, bravos en el caballo y nobles, repetidores de manera incansable en la muleta, que tuvieron su época de esplendor en las décadas de los 60, 70 y 80. No solo en Salamanca; por ejemplo, para el recuerdo quedó una faena de El Niño de la Capea en Talavera de la Reina. Bayona, Logroño y las plazas de Manolo Chopera, uno de sus principales valedores, fueron escenarios de triunfos de la divisa de Villavieja, que también brilló con luz propia en otros cosos de la importancia de Bilbao y Madrid. En el Vista Alegre bilbaíno, cuando era santo y seña del toro por excelencia, lidiaron encierros memorables, premiados por el célebre Club Cocherito o aquel otro toro de la despedida de Antoñete en Bilbao.

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Tras aquellas décadas llegó el bache inevitable del que no se libra ninguna ganadería; también la imposición de nuevas modas en el toreo que condenaron encastes históricos como este de Santa Coloma, incrementado también con decepciones humanas especialmente dolorosas que llevaron a los Dionisios a tomar la dura y drástica decisión de abandonar los sueños ganaderos que apenas dejaron un puñado de vacas en Hernandinos. El que siempre será considerado como uno de los grandes templos del toro bravo en pleno corazón del Campo Charro que hoy llora la muerte de uno de sus emblemas.

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