Apostó y ganó. Damián Castaño se metió en un callejón que parecía sin salida este fin de semana con una tournée que asustaba solo de pensarlo. Una inmensa, cuajada y muy ofensiva corrida de toros de Dolores Aguirre en Cebreros (Ávila) y la concurso de ganaderías de Cenicientos (Madrid) donde le esperaban un toro de Prieto de la Cal y otro de Peñajara. El torismo más puro y más duro en pleno Valle del Terror, el que forman los pueblos que apuestan por los toros en la Sierra que funde las provincias de Madrid y Ávila. La ruta a la que no llegan las autopistas y que la mayoría de los toreros del escalafón evitan. Es territorio destinado para los modestos, donde se enfrentan a las divisas más temidas, y al toro más serio y ofensivo de la cabaña brava. Ahí Damián Castaño dio un serio toque de atención, tres orejas en Cenicientos y, sobre todo, la grata sensación de mostrarse como un torero capaz para asumir grandes retos.
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–¿Cómo se vive después de tres días de tanta intensidad?
–Muy, muy feliz. Aunque era una papeleta, de mucha exigencia y gran responsabilidad por la importancia que tiene una cita como Cenicientos. Allí se lidia un toro muy serio, están todos los aficionados más exigentes y toristas habituales de Las Ventas. Para bien y para mal, sabía lo que me jugaba.
–¿Cuál fue la clave de la tarde?
–Mi entrega y la emoción que dieron los dos toros. Fueron distintos, ambos muy bravos, no eran fáciles, no eran la tonta del bote... El de Peñajara pedía firmeza. Estaba muy bien hecho, era muy serio, muy emocionante, me pasaba muy cerca y con gran velocidad y transmitió mucho... Esa fue una de las faenas más vibrantes que he hecho de matador de toros, no de torear bien pero sí la más intensa, sobre todo con la mano izquierda. Y el de Prieto de la Cal fue muy exigente.
–A Morante no le embistió ni uno de los seis del Puerto, a usted le sirvió con uno...
–El toro cuando lo empecé con la muleta se me quedó debajo y me hizo pasar miedo. Luego, por fortuna, le fui cogiendo el aire y nos terminamos entendiendo bien.
–Además de la seriedad y el imponente trapío de los toros que se lidian en Cenicientos, el público es muy exigente...
–Desde que me abrí con el capote con el de Prieto de la Cal, y le pegué ocho o nueve lances, se entregaron conmigo. Cuando te ven volcado, ellos se entregan. Quieren ver a toreros dispuestos, y yo así iba. Para bien y para mal iba a influir esa tarde en mi carrera. Era lo que tenía, era mi mejor escaparate y tenía que pasar algo.
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–Ahí salió la intensa dedicación, la constancia y entrega de estos nueve años que lleva de alternativa. Si no le coge preparado...
–Era consciente antes de estos tres días que iban a ser bonitos y felices porque iba a torear pero también iban a ser de máxima dureza. Eran toros de seriedad extrema, e incluso más de lo que salen en las ferias. Esas corridas me pillan hace cinco años y lo hubiera pasado mal. Ahora me veo preparado. Pese a torear poco, en la constancia de los entrenamientos y en el campo uno coge oficio y madurez. Y lo poco que he podido torear, la mayoría han sido exámenes muy duros estos años con encierros en pueblos muy grandes y exigentes.
–¿De qué cree que le servirá?
–Quiero pensar que me pueda abrir puertas de Francia, por ejemplo. Quiero pensarlo, me consta que había comisiones taurinas en la plaza y ojalá me den un sitio.
–Su triunfo y actitud en la triunfal actuación puso a todo el mundo de acuerdo, ¿qué cree que fue lo que más impactó?
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–Que sorprendí, muchos me había visto de novillero, muy acelerado. Ahora vieron un torero más maduro y capaz de superar las adversidades.
–¿Y le preocupa que le encasillen en ese tipo de ganaderías duras y de plazas por las que no todo el mundo está dispuesto a pasar?
–¡Al revés! Ojalá pudiera torear en las ferias las corridas duras, las otras soy consciente de que es casi imposible entrar. No me importa ninguna. Y me siento preparado aunque es dificilísimo. Toreros como mi hermano, como Robleño, todos ellos que llevan 20 años toreando estas ganaderías, triunfando y resistiendo, te das cuenta lo que supone y lo que cuesta. Hay que tener mucho corazón, yo estoy dispuesto. Me gusta torear corridas de todos los tipos de encastes...
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–¿Qué diferenció la tarde y el día de Cenicientos a las otras que vivió el resto de su vida?
–Ha sido distinta. Sabía donde iba, y te aseguro que ha sido el día que más miedo he pasado en mi vida. Por la mañana y antes de vestirme en el hotel, pasé un miedo terrible, que nunca había tenido... Y en la plaza también. Aposté, me entregué sin reservas y, por suerte, gané. Fueron las faenas más emocionantes que jamás hice y también el día que más miedo pasé.
–¿Y compensa todo eso?
–A mí me ha hecho muy feliz. A mi carrera le da un impulso, aunque se que este año está casi todo cerrado y anunciado, pero espero que el que viene llegue la recompensa, entre en plazas francesas y ojalá pueda confirmar en Madrid. Y, de momento, me llevo el cariño y el reconocimiento del aficionado. En Cenicientos fue increíble, desde que salí de la plaza a hombros hasta que me fui en la furgoneta pasaron más de 45 minutos, haciéndome fotos con la gente y recibiendo felicitaciones. El aficionado me ha transmitido su reconocimiento y su aprobación. Y eso ya me lo quedo yo para siempre. Cuando llegué de nuevo al hotel y vi el teléfono tenía más de quinientas solicitudes de amistad en Instagram. Me parecía increíble la repercusión.
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–Ahora solo falta que esas solicitudes de amistad de Instagram se conviertan en contratos.
–Eso es lo que más quiero.
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