“Siento que ha sido un punto y seguido. Es cierto que creía que me iba a costar más trabajo recuperar el ritmo tras diez meses parado. Y lo cierto es que lo voy encontrando el punto más rápido de lo que pensaba”. Es Fortes, el torero de las siete vidas que ha vuelto a sentir la mirada del toro.
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En su reaparición del pasado verano en Las Ventas se rompió los dos meniscos y el ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Y cuando empezaba a ver la luz, en invierno, saltó por los aires el ligamento de la derecha que le dejó de nuevo en el dique seco. Ahora ha vuelto a empezar.
En Valdefresno hace unos días volvió a ponerse delante de un animal con la mente puesta en Torrejón de Ardoz (Madrid) el 18 de junio. Ahí está el nuevo punto de partida. La primera prueba fue en casa de José Enrique Fraile. Dos vacas. Una encastada e intensa que sirvió para darle la bienvenida y la otra más paciente que sacó un fondo de calidad extraordinario que le permitió torear a placer.
Camisa blanca, cubierta con un jersey gris y calzona corta de este mismo color pero más oscuro. Cuando cogió la muleta para arrancar su primera faena una voz salió de la tronera de un burladero: “¡Vamos Fortes! Igual que ayer...”. Era su apoderado, maestro de los hombres de plata, José Antonio Carretero que quería borrar de un plumazo los diez meses de silencio, lucha y sacrificio para volver a torear. Y en esa puesta en escena apareció más asentado y vertical, igual de puro, con mayor encaje. Una vuelta de tuerca en la que asoma la solidez que da la experiencia y el poso a los toreros.
–¿Cuál fue el momento más duro?
–Cuando me dijeron que me había lesionado por segunda vez. Llevaba cinco meses parado y pensaba que iba a empezar en enero y así estar listo para comenzar la temporada. Pero en diciembre llegó la segunda lesión en la otra rodilla. Tras la resonancia fue difícil de asimilar el nuevo diagnóstico. Al final pensé que iban a ser unos meses más, que en la vida de uno no van a ningún lado. Era tiempo.
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–¿Cómo sobrevive un torero ante tanto contratiempo?
–Pensando en continuar. Así ha sido siempre, no he hecho otra cosa que continuar y pensar en mi recuperación, vivir en torero. La vida es una sucesión de hechos. Cuando simplificas, y cuando lo ves con la perspectiva del tiempo, es más sencillo de lo que parece. Hay que pensar en recuperarse y volver cuanto antes, para sacar lo mejor de ahí.
–En plena pandemia, junio de 2020, Fortes depositó su confianza en José Antonio Carretero y José Luis de los Reyes, como sus nuevos apoderados, ¿qué le aportan?
–Son dos personas alineadas con mi forma de pensar, con mis valores. Hablamos el mismo lenguaje, hay complicidad; y amistad antes de lo profesional. Esa es la diferencia. Entre los tres sumamos. Me acompañan en el campo y se crea esa complicidad que da hablar de toros, aportar cada uno nuestro punto de vista.
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–¿No da vértigo seguir apostando por la independencia?
–Valoro más que el sistema, a las personas. Son las que quiero que estén en mi vida. No lo hago porque sean independientes, sino por las personas. La independencia no me da miedo; lo que tenga que ser en el toreo va a depender de mí. Y quiero que así sea.
–¿En qué ha cambiado?
–He logrado más serenidad, más conocimiento del toro, más conocimiento para dar forma a la estructura y solidez de las faenas. Tengo más claro cuál es mi concepto y mi forma. Más aplomo. Eso lo dan las canas y la edad. En otro momento estaba más ansioso por ocupar un sitio o triunfar. Ahora tengo la misma intención de reivindicarme y dejar huella, pero tengo la serenidad que da saber que será cuando tenga que ser.
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–Las canas suelen llevar a ser más conservacionista...
–Mantengo la inocencia que siempre me caracterizó. Por todo lo que me ha ocurrido siento que tendría argumentos para ponerme delante de los toros a la defensiva, incluso en la vida; pero no, soy una persona confiada. Mantengo la inocencia. No me siento mayor pero sí he acumulado mucha experiencia y aprendizaje. Me han ocurrido muchas cosas en este tiempo.
–¿Tiene memoria el toreo, o es otra vez un comienzo desde cero?
–Claro que la tiene. Siempre estás con la mente puesta en el futuro y en lo que quieres crear, pero sí que todo lo que ha ocurrido es una oportunidad para hacer esto útil o saber cuáles fueron un error. Eso te ayuda. Tengo presente cada cosa que ocurre y sacar un aprendizaje. Siempre sumas y construyes sobre lo que ya hay construido.
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–¿Y la afición y las empresas?
–Ahí se mueven por unos caracteres diferentes. En estos tres años el toreo ha continuado, las circunstancias mandan y ahora la base de las ferias se hace con otros toreros. Eso lo comprendo. Mi última temporada completa fue muy buena pero entiendo que hace mucho. Soy consciente de mi realidad. Se que aún muchos creen en mí, y que mis oportunidades van a llegar. Muchas o pocas, pero, ¿qué es mucho y qué es poco en el toreo?
–¿Qué es lo que más miedo le da esta nueva etapa?
–El mayor miedo es no dar el máximo de mí, no dar todo lo que se que tengo dentro.
–¿Qué sitio le espera?
–No se decirte. Se cuál es mi intención, que es dejar huella. Ser un torero que marque diferencias. Esa es mi ambición, pero para eso se necesitan conjugar muchas cosas y poco a poco se van conjugando. Ahora falta que salga a la luz y las veces que tienen que salir para alcanzar ese estatus de torero importante. Ha salido, pero no con la frecuencia necesaria. Y de una forma rotunda. Me falta esa gran temporada con triunfos continuados, faenas rotundas y especiales y personales que son las que han definido mi carrera.
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–¿Se siente un torero con buena o con mala suerte?
–Si se puede elegir, digo que con buena suerte. De todos los percances no tengo ninguna secuela y me han permitido seguir disfrutando de mi profesión como si no hubiese pasado nada. He aprendido de esas experiencias. Y eso te da madurez. Son vivencias que no todo el mundo puede vivir. Y tan joven. Me siento un afortunado.
Afortunado. Así se siente Saul Jiménez Fortes (Málaga, 1990), un torero al que los toros le cornearon y atravesaron el cuello en dos ocasiones en apenas cuatro meses. Que flirteó con la muerte como casi nadie. Aquellas no fueron las únicas, cayó mil veces herido, otras tantas lesionado y siempre se levantó sin ningún tipo de resignación, ni tampoco rencor al toro. El tributo asumido. Jamás quiso dar lástima. Todas las recuperaciones las afrontó con la serenidad y la entereza de quien parece no sentir dolor aunque lo tenga como cualquier mortal. Mil veces cayó. Y mil veces se levantó. El último infierno llegó en septiembre de 2018, en la Feria de Otoño, con una horrible cogida en la que de nuevo se volvió a obrar el milagro. La fractura de peroné de la pierna derecha pareció el mal menor. No pudo volver a vestirse de luces hasta junio de 2021 y ahí llegó la lesión de rodilla que le llevó de nuevo al quirófano y a la enésima batalla por volver, en la que ya se centran todas las miradas y todos los esfuerzos con una ilusión que nunca marchita.
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