Ha dicho adiós sin hacer ruido. Como ha sido su carrera, que siempre estuvo marcada por la eficacia y la discreción para convertirse en el subalterno más importante que ha dado Salamanca. Ha toreado cerca de tres mil festejos desde septiembre de 1990 hasta el pasado octubre en el que se vistió de luces por última vez. Sin ceremonias, ni despedidas, solo con el saber de sus íntimos. Se fue en silencio. Desde sus inicios se marcó el reto de vivir del toro y del toro terminó haciendo su vida. Nada más estrenarse con el vestido de plata entró en la cuadrilla de El Niño de la Capea y tuvo el privilegio de cerrar el círculo este año junto a otra primera figura, José María Manzanares, que dice es el torero que más le ha impresionado. En el salón de su casa, en una vitrina, ya está el terno celeste y oro de sus últimas actuaciones, de su postrera tarde en su querida Salamanca, de su despedida en Sevilla... Siempre fue uno de sus colores predilectos. Como el verde hoja, el marino o el grana. “Podría haber seguido dos años más, pero desde hace tiempo ya lo tenía decidido. No quería seguir y quitar sueldos a los compañeros. Cada uno tenemos nuestro día para dejarlo, ese nos llega a todos. Y, en esta profesión, el día menos pensado, llega un toro y te quita de en medio”, dice Domingo Siro, que nos recibe en el salón de su casa, junto a sus vestidos, sus trofeos, sus cuadros y fotografías. Y allí más que una entrevista surge una conversación en la que rápido empezaron a borbotear los recuerdos, en la que impera la sensatez, en la que a veces se entrecortó la voz y en la que se llegó a emocionar cuando habló de Salamanca y de su plaza de La Glorieta: “Esa siempre estuvo por encima de todas”, confesó antes de que se le saltaran las lágrimas. Lágrimas de torero, artistas siempre y con la sensibilidad a la flor de piel cuando se vive y se siente la profesión como nadie.
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¿Cómo decide un torero el momento de la retirada? ¿Es una decisión meditada o un arrebato?
¡Qué va! Lo tenía claro, no es un arrebato. Me retiro consciente, porque tengo 53 años, me quedan dos para los 55 (que es la edad de la jubilación), y tengo los años de paro suficientes para llegar ahí. Era mi momento. Eso sí, quiero seguir en el toro de alguna manera.
¿Cómo empezó esta aventura?
Nací en Chamberí como el maestro Capea, éramos vecinos. Él vivía en el 2º derecha y mis padres en el 2º izquierda. Allí, me asomaba al balcón y veía la Escuela de La Capea, a Cesterito, a todos... hasta que me acoplé con ellos, tendría 8 o 9 años, me entró el gusanillo y todos los días iba a verlos torear.
Luego entra en la Escuela taurina, es uno de los alumnos más aventajados, debuta con picadores, apenas tiene oportunidades y pronto decide irse de banderillero, ¿por qué esa decisión tan rápida?
No tenía oportunidades y estaba tieso, yo venía de una familia muy humilde. Entonces no tenía ni para una coca cola y quería vivir del toro como fuera. Ese fue el motivo de hacerme banderillero. Mi intención era empezar 1991, pero me llamó Rui Bento y ya toreé con él un festival en Salamanca que hacían para los ancianos el 29 de septiembre de 1990.
Y muy rápido entra en la cuadrilla de El Niño de la Capea...
Mi primera temporada toreé suelto, esos años se toreaba mucho, llegué a 110 festejos en mi primera campaña. Siempre me consideré un tío con mucha suerte y me dieron cuartel. Cuando acabó 1991 se jubiló Faiqui con el maestro Capea y me ofreció su puesto de tercero. Éramos como de la familia y al principio no me lo tomé en serio. Me sorprendió porque yo nunca había cogido una puntilla: ¡Pues aprendes! Me dijo el maestro sin más opciones. Fui durante tres años al matadero de Fuentesaúco a a aprender. Eso sí, allí llegaba a las tres de la tarde y si había 50 vacas, 50 que apuntillaba, si eran 100, 100.
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Empezó con una máxima figura y terminó con otra, ¿cómo surge lo de Manzanares este año?
De la manera más imprevisible. Fui con Rafa Cruz a Marbella de vacaciones en Semana Santa. Y allí un amigo suyo tiene una cabeza de un toro de Miura al que le cortó el rabo Ruiz Miguel en Pamplona. Y el hombre quería que le firmara un capote Ruiz Miguel. Llamé a Daniel Duarte (banderillero de Manzanares), que es muy amigo mío, para pedirle el favor y nos fuimos a la finca de Ruiz Miguel. Allí, al estar con ellos, me enteré que Suso (el otro lidiador de Manzanares) estaba lesionado. Y, a partir de ahí, le mandé un whastaApp al maestro diciéndole que me gustaría torear alguna corrida de toros con él. Se lo puse a la una del mediodía y a las cuatro me respondió que si quería torear el 17 de abril en Mérida, la fecha era mía. De ahí luego me llamó él personalmente para Vistalegre y ya salió el resto de la temporada. Ha sido un sueño, torear con el maestro es la leche. La seriedad que existe en todo lo que le rodea es tremenda. He toreado mucho y nadie me impactó tanto como él. Lo quiere todo perfecto, pero luego es un fenómeno. Ha tenido detalles conmigo impresionantes, se lo agradeceré toda mi vida.
Entre el maestro Capea y Manzanares fue con todos los toreros que estuvieron en candelero en Salamanca, ¿nunca tuvo el deseo o el reto de poder ir con una figura?
Cuando salía un torero de Salamanca siempre contaban conmigo y eso fue una suerte. Lo de Manzanares ha sido un sueño, pero también soy consciente que somos miles de banderilleros y las colocaciones ya no son como las de antes. Ahora hay menos toros, no hay tantos cambios de cuadrillas. Mira, Chacón que es un grandioso profesional, está suelto y no es normal, pero es que apenas hay cambios.
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Antes las figuras toreaban 80-100 tardes, hoy se quedan en 40, ¿no os compensa más ir sueltos que fijos con una figura?
La diferencia está clara. Si toreas una corrida de toros con Manzanares son 1.600 euros, por ejemplo en Sevilla, si la toreas con Alejandro se queda en 900. Son 600 euros por corrida. Al cabo de 40, fíjate el dineral, luego muévete, lleva tu coche a donde toreas, las comidas, los viajes... Si vas con una figura está todo pagado, es más cómodo y tienes más categoría. Con Manzanares sabes que la furgoneta sale de Sevilla, tú vas allí, dejas tu coche en su garaje y te olvidas de todo y haces la ruta. Gastas lo que quieres gastar. Otro detalle, este año por las restricciones, se acordó bajarnos un 25% los sueldos; y Manzanares los pagó íntegros, pese a que él cobraba menos.
¿En qué se consideró bueno de verdad como subalterno?
Hay toreros muy buenos con el capote, yo no he sido... pero sí he sido muy eficaz y nunca he dejado al torero tirado, si hay un toro malo, ahí he estado yo. Y eso es lo que los matadores ven, para el toro bueno nosotros no tenemos ni que salir del burladero. Tenemos que estar preparados para el malo, para ese siempre me he considerado un torero de raza y he dado la cara favor de mi torero. Cuando empezaba, fíjate lo que te voy a decir, pensaba A ver si se queda un toro en el medio y lo voy a parar yo, ¡Qué cosas! Tenía esa ambición.
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¿Capote o banderillas?
Siempre me gustaron mucho las banderillas, ahora al final, me han pegado muchos porrazos. El último, en Alicante, me partió seis costillas y me dejó 40 días sin torear.
¿Le cogieron mucho los toros?
No para lo mucho que toreé. Dos cornadas, otro me partió el esternón y las costillas. He sido afortunado. Una fue en Azpeitia, un toro de Alcurrucén; y otra uno de Victorino hace tres años en Santoña, iba con Juan del Álamo. Me curaron allí y tenía justo después ocho corridas de toros seguidas. Me acuerdo que ya tenían llamado a un banderillero para sustituirme, y les dije que no, que esas las toreaba yo. Y así fue. Al día siguiente toreábamos en Arles y fui todo el viaje en la furgoneta acostado y boca abajo.
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¿Qué día le marcó más?
Una tarde en Salamanca, con una corrida de toros de Juan Luis Fraile. Toreaba con Pepe Luis Gallego, la gente se metió con él porque no lo quiso ver. Fíjate, estamos en el sorteo y le dije a Pablo Chopera que había un toro que tenía una nube en un ojo y lo echaron para atrás... Y lo reemplazaron por otro que no nos gustaba a nadie, metí la mano y nos tocó. me quería morir... Yo pensaba, para tranquilizarme, ahora Pepe Luis le pega ocho lances y mientras eso el toro ya se afloja... Se paró de salida y me dijo ¡Páralo! Me tiré toda la tarde con él. Son de esos días que cuando acaba, te jode por el matador, pero sabes que has hecho el trabajo y moralmente sirve.
¿Y plazas, con cuál se queda?
Salamanca la que más, por encima de todas. Sin duda.
Aquí fuera con el más modesto novillero o con una figura, era coger los palos y despertar el runrún en los tendidos, ¿lo notaba?
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¡Vaya si lo notaba! Salamanca, una semana antes ya no había quien me aguantara. Mi mujer ya me conoce, pero vamos, saltaba a la mínima por nada. Salamanca es mi tierra y es mucha responsabilidad. Siempre fue especial y distinta a las demás. Más que otras plazas de mucha más relevancia como Madrid, que Sevilla... Ahí la responsabilidad era diferente.
(Ahí suspira, se le atragantan las palabras, trata de seguir pero, de repente, se le inundan los ojos de lágrimas y se emociona...)
Siempre me quisieron mucho.
¿Qué le dio para que esta plaza le tratara con tanto cariño?
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Todo lo que estaba en mi mano... (Y suspira de nuevo).
De La Glorieta se fue recibiendo una ovación, tras un tercio banderillas a Pregonero, de Cuvillo, ¿Por qué se fue sin decir nada?
Yo siempre he sido así, nunca quise ser protagonista.
¿No es exceso de humildad?
Los protagonistas tienen que ser los matadores.
¿Quién fue su referente?
Martín Recio, Corbelle... los veía en la tele y luego encima coincidí con ellos de compañero...
¿Quién enseña a un subalterno?
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Aquí, históricamente, siempre hubo grandiosos picadores pero banderilleros no te podía fijar porque apenas había. Yo veía vídeos cuando empezaba aunque no se televisaba tanto como hoy. Luego, cuando aparece el Plus, sí. Y ahí grababa y veía todo. En Madrid había mil banderilleros. Cuando iba al sastre alguna vez me quedaba para verlos entrenar. Aquí los que había cuando yo empezaba apenas entrenaban. Lo que más se hacía era jugar al frontón y poco más. Entrenar, con la muleta; pero los banderilleros, nada. Yo lo que sí tenía claro, cuando me decidí a ser banderillero, era que quería vivir de esto, no ser uno más. Me acuerdo, de novillero, en el 88, toreé una novillada en Béjar y me pidió Rui que le dejara un banderillero para el día siguiente. Conmigo iban Flores Blázquez y Arturo Martín. Se fue Arturo con él y Flores conmigo a Piedrahita. Fíjate, era un festival, éramos seis novilleros y había un banderillero. Se llevó los seis sueldos. Antes se toreaba mucho y había sitios en los que faltaba mucha gente. A partir de los 90 ya empezaron a hacerse muchos, pero antes aquí apenas había. Entonces estaban Flores, Arturo, Tito Guerra, Miura, El Tino, Pallín... no había muchos más.
¿Es para preocuparse la situación actual que vive el toreo?
Ha bajado mucho todo, sobre todo el número de festejos. Y ahora la Fiesta está muy politizada... Pienso que sería muy bueno que volvieran las figuras a los pueblos y desde ahí reconstruir y fomentar la afición para que luego desembocaran las ferias. Ahora toreas 40 y crees que has toreado mucho. Antes toreábamos en la década de los noventa, cien festejos.
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¿Quién le dio más a quién, usted al toro o el toro a usted?
Yo puse todo lo que pude, pero el toro es el que marca todo.
¿Es justo el toreo?
Conmigo sí. Estoy orgulloso de todo lo que he toreado y de lo que logré. Aquí es fundamental respetar la profesión. Y si la respetas y te entregas, con sacrificio y pasión, llega la recompensa.
¿Qué tenía el toreo cuando empezó que haya perdido?
Antes había mucho respeto y eso ahora falla. Yo voy al campo ahora y, si va algún matador, le bajo las cosas del coche, los trastos suyos o lo que haga falta. Ahora los chavales no tienen respeto por los maestros ni por los mayores. Yo siempre, maestro, maestro, maestro. Mira, con Ferrera, que tengo una amistad muy grande, siempre lo llamó Antonio, pero si hay gente, maestro siempre.
¿Por qué se pierde esa educación taurina?
Eso digo yo. ¡No lo entiendo!
En su caso, ¿quién le enseñó a desenvolverse así en el toreo?
Eso es cuestión de cada uno. Como en tu casa, a un señor mayor sabes que siempre lo llamas de usted, nunca de tú. En el toreo igual, cuando ves a un figurón del toreo, se le llama maestro. Maestro Capea, siempre maestro, nunca me salió otra cosa. Y fíjate si no habré andado con él. Con Antonio (Ferrera) me sale, y a veces me lo reprocha... Ese respeto es incuestionable en el toreo y así debería ser.
¿Se va a acostumbrar a vivir sin torear?
No me quedará otra. Se que me va a costar cuando llegue Sevilla, Madrid... Me dará el apagón.
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