Sábado, 26 de diciembre 2020, 21:27
Isabel García asegura que aquellas imágenes le han cambiado la vida. Gente corriendo, llorando, bomberos, su bar siendo utilizado para atender a los heridos... Demasiados momentos de tensión que asegura le han dejado leves “secuelas”. “Es algo que nunca voy a olvidar. Escucho sirenas y se me encoge el corazón. A diario miro la vitrocerámica una y otra vez para ver si la he apagado. Me ha afectado, sí”, reconoce.
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Se trata de la encargada de una tasca ubicada justo en frente al edificio número 28 de la calle Bolívar donde el 25 de diciembre de 2019 se desató un aparatoso incendio que dejó a 18 personas heridas, siete de ellas niños. El fuego se desató en el salón de una vivienda del segundo piso alrededor de las 17.15 horas, momento en el que familias enteras estaban poniendo el broche final a la comida de Navidad. Debido a la intensa humareda, decenas de vecinos, muchos de ellos niños, quedaron atrapados y los bomberos tuvieron que trabajar contra reloj para evitar una tragedia.
“El bar se convirtió en un hospital. La gente lloraba, fue horroroso”, comentaba hace justo un año a este diario Isabel. “El viernes vi a los clientes echando la partida y me vinieron las imágenes a la cabeza porque recuerdo que ese día dejaron todas las cartas tiradas para ayudar a la gente”, relataba a LA GACETA.
Y es que los gritos de auxilio de los vecinos desde sus balcones y la intensa humareda —el fuego se dasató en el salón de un segundo piso y aunque las llamas no salieron de dicha vivienda el humo inundó todo el edificio— hizo pensar lo peor. “Yo cuando me he querido dar cuenta ya no respirábamos”, afirmaba una vecina el pasado año a las puertas del bloque de pisos.
A partir de ese momento, un sinfín de policías, bomberos y sanitarios del Sacyl tomaron la calle para auxiliar a los afectados, muchos de los cuales presentaban gran nerviosismo por los momentos de tensión vividos. En total, fueron una decena las personas que tuvieron que ser rescatadas por los bomberos con el camión escala y los sanitarios del Sacyl atendieron a 26 personas por inhalación de humo. De ellas, 18 (11 adultos, seis menores y un bebé) tuvieron que ser trasladas al Hospital, aunque ninguna de carácter grave.
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La mayoría de ellos pasaron por el bar de Isabel García, tomado durante interminables minutos por los sanitarios para atender a afectados. “Fue una locura. Había una mujer llorando, otra chillando, era horroroso. Las camillas no paraban de entrar y salir, los clientes apartando sillas y mesas...”, explicaba entonces. “Yo jamás lo olvidaré. Los vecinos me dijeron que un minuto más y mueren todos asfixiados”, mencionaba. “A mí es cierto que me ha cambiado la vida. Le he cogido muchísimo miedo al fuego”, reconoce justo un año después del fuego.
Pese a la virulencia del fuego, las llamas no dañaron la estructura de la vivienda y aunque los primeros días muchos vecinos optaron por no volver a sus casas debido al fuerte olor a humo la normalidad volvió días después al bloque de pisos. Eso sí, a día de hoy los restos de hollín continúan apreciándose en la fachada.
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