Domingo, 28 de febrero 2021, 22:27
Los policías encargados del caso estuvieron días sin dormir. Su afán por encontrar al asesino fue, durante mucho tiempo, prácticamente su única ocupación. Por Comisaría pasaron amigos, familiares y compañeros de trabajo de la víctima para intentar aportar un hilo que seguir, pero los datos que facilitaron nunca llevaron a un nombre. O mejor dicho a uno que se pudiera demostrar que era culpable. Se cumplen 19 años del crimen del pianista de Pizarrales, un asesinato que a día de hoy continúa siendo todo un misterio al seguir sin resolver. No obstante, el móvil sentimental siempre fue la principal hipótesis.
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La mayoría de los salmantinos recuerdan la historia. La noche del viernes 25 de febrero de 2002 el músico abrió la puerta de su domicilio al que iba a ser su asesino. Las investigaciones indicaron que, seguramente de forma sorpresiva, el homicida atacó al pianista en la cama asestándole hasta seis puñaladas, lo que hizo que la víctima acabara muriendo a los pies del mueble. Acto seguido el culpable se limpió los restos de sangre en el lavabo y abandonó la casa.
Dos días después, la Policía Local encontraba el cuerpo en la vivienda, ubicada en la calle Forjadores, después de que la familia del músico, desde Segovia, diera un aviso al no responder este a sus llamadas. A partir de ese momento comenzó una ardua investigación policial que a día de hoy no ha dado sus frutos por los continuos “blancos” con los que se toparon los agentes. Y es que ninguna de las pistas que fueron hallando les llevó a una conclusión, ni siquiera para practicar una detención. Todas y cada una de las personas a las que se le tomó declaración definieron al músico como una persona encantadora, tímida y sin ningún problema o enemigo del que sospechar.
Precisamente el carácter reservado de la víctima fue uno de los grandes problemas con el que se toparon los investigadores. Nacido en la localidad segoviana de Santa María la Real, se mudó a Salamanca en 1994, cuando consiguió su plaza de profesor interino en el conservatorio profesional de la capital. Su vida siempre estuvo ligada a la música y durante años formó parte de un grupo en el que participó como teclista, llegando a dar conciertos por distintas provincias de España, Europa y Sudamérica. De esta forma, la música siempre ocupó una buena parte de sus conversaciones, a diferencia de sus relaciones sentimentales. De hecho, nadie pudo afirmar de forma fiable tras el brutal crimen si el profesor mantenía algún tipo de relación sentimental o había tenido problemas afectivos en los días anteriores a su muerte. No obstante, la teoría del móvil pasional siempre estuvo ahí y desde siempre ha sido uno de los aspectos que los agentes tenían claro, al igual que el carácter premeditado: la persona que acudió al domicilio de Pizarrales lo hizo con la intención de matar a su morador.
Sin embargo, ante la falta de pruebas, el juzgado encargado del caso decidió archivarlo 17 meses después del asesinato y, pese a que luego se reabrió, uno de los episodios más macabros de la historia de Salamanca continúa sin esclarecer.
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No le bailan fechas, ni horas y ni siquiera los nombres de muchos de los testigos a los que durante meses tomó declaración. Uno de los agentes que estuvo trabajando en la investigación de este crimen de Pizarrales, que prefiere no revelar su identidad, recuerda cómo fueron aquellos años de intenso trabajo.
Durante mucho tiempo, el crimen fue prácticamente su principal cometido y hoy, después de tantos años de esfuerzo, tiene una espinita clavada: “Tenía el conocimiento de que se iba a esclarecer, de verdad que realmente lo creía”, asegura. Sin embargo, nada fue fácil. Tal y como recuerda este agente, no encontraron ningún testigo que hubiera visto entrar o salir al agresor de la vivienda y todo aquel con el que hablaban hacía alusión al carácter introvertido del músico asesinado, muy reservado a la hora de contar sus intimidades amorosas.
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Y es que, desde el primer momento, siempre se barajó que quien lo hizo fue una persona con la que la víctima tenía o había tenido una relación sentimental, una unión que pocas personas sabían, de ahí la dificultad para dar con su nombre y apellidos. Sin embargo los indicios llevaron a los agentes a esforzarse aún más si era posible y dar con su identidad. Pero pese a ello nunca dieron con su paradero. “Supimos que se había marchado al extranjero y eso lo hizo imposible”, concluye el policía.
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