Miércoles, 22 de abril 2020, 21:41
"Mamá, ¿ya has matado al coronavirus?”. Fueron las primeras palabras que escuchó de su hija la sargento primero Miriam Aguirre al llegar a casa tras ocho intensos días de misión en Sabadell, instalando un hospital de campaña a contrarreloj, junto a sus compañeros del ... Regimiento de Ingenieros de Salamanca.
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En casa de Miriam, su marido, también militar del cuartel Arroquia, es el que ha solicitado la conciliación para quedarse en casa al cuidado de sus dos hijas de 3 y 6 años. “No había llegado a salir de misión por las reducciones de jornada al ser madre y como profesional ha sido un trabajo muy gratificante, sentirme útil para la sociedad, y más en una situación como la que vivimos. Me siento muy realizada”, confiesa la sargento primero, que define como “especial” la labor en Sabadell.
“El peor momento fue la incertidumbre, cuando se paralizó el montaje de las tiendas por parte de la Generalitat y cuando no sabíamos si tendríamos que volver a Salamanca. Queríamos ayudar a la sociedad, bien fuese con nuestros medios o con el panelaje que eligieron después”, reconoce la integrante del batallón de Castrametación. Del trato que recibieron los militares salmantinos en territorio catalán, la sargento primero no tiene queja. “La población en general, nos recibió muy bien. Cuando nos venían a buscar los autobuses al hotel para llevarnos a la pista cubierta donde se montaba el hospital, los conductores nos daban las gracias, y también los vecinos nos aplaudían al pasar con el autobús. Y durante el trabajo, de 8:00 a 22:00 horas en el pabellón, aunque teníamos un catering para comer, vecinos con negocios particulares nos traían pizzas, ensaladas envasadas, donuts... También los Mossos con los que hablamos se mostraban muy agradecidos y contentos con nuestra presencia allí”, relata Aguirre.
El cambio inesperado del material (el rechazo de la Generalitat a las tiendas de campaña por ser “demasiado militares” para optar por los paneles para separar camas y enfermos) supuso un retraso en la puesta en marcha de este hospital que debía estar listo el día 10 de abril. “Tuvimos que trabajar con bastante prisa porque el hospital de Sabadell estaba saturado. Nosotros estamos instruidos para trabajar con cualquier tipo de material. Trabajamos con la empresa civil de los paneles y con bomberos voluntarios”, añade la sargento primero, que en sus retinas tiene grabado uno de los momentos “más emotivos” que ha vivido en su trabajo. “Fue cuando terminamos todos y nos reunimos los Mossos, Ingenieros, el personal civil, todos aplaudiendo con las sirenas y luces”.
Lo más duro de esta experiencia para esta mujer militar no han sido los 8 días trabajando 14 horas diarias. “Estamos acostumbrados a trabajar en condiciones difíciles y nos adaptamos bien al medio”, subraya, mientras reconoce que lo peor ha sido su primera separación durante tantos días de sus hijas, a las que veía por videollamadas, y el “respeto” al coronavirus y “poder contagiarlo” a su familia. “No existe el riesgo cero”, admite.
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Por suerte, ella no ha sufrido rechazo de vecinos de su edificio por ser militar y estar expuesta. “Al contrario, saben que soy militar y estos días que he estado fuera, mi vecina le hacía la compra a mi marido que estaba solo con las niñas”, afirma agradecida.
La vocación de los militares de servir a España y a sus ciudadanos se palpa estos días, más que nunca, en las calles de Salamanca y sus pueblos. En otra de las labores que desarrolla el Regimiento de Ingenieros, la de presencia en patrullas, se localiza el sargento primero Pedro Navas. Y aunque él sabe lo que es el trabajo militar de misión en Irak y Afganistán, su labor actual en la “Operación Balmis” contra el COVID tiene un significado mucho más amplio. “Ayudar a nuestro país es el culmen de cualquier misión”, destaca.
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Durante tres o cuatro días cada semana, el sargento primero Navas sale en las patrullas, divididas por equipos, por Salamanca, Ávila y Zamora, capitales y pueblos de las tres provincias para dar “apoyo, seguridad, bienestar y tranquilidad”. Todo ello con la prioridad de la autoprotección y equipados con mascarilla, guantes y gafas personales. “Al principio, había menos concienciación con las salidas de casa, pero ahora la gente se ha mentalizado de que es algo serio. En los pequeños pueblos están más concienciados porque casi toda la población es de edad avanzada y agradecen nuestra presencia”, asegura Navas, que estos días, junto a compañeros del Arroquia, ha vivido numerosas escenas de cariño. “Desde el principio hemos tenido muy buena acogida y hemos recibido apoyo. Desde camioneros que nos dan destellos al cruzarse con nosotros, aplausos y gracias en los balcones por lo que estamos haciendo y algún alcalde que desde su casa nos ha transmitido el apoyo del pueblo entero”, relata.
Compañera del sargento primero Navas en el Batallón de Caminos es la soldado Virgina León, en este caso destinada a las labores de desinfección de edificios en la capital y la provincia que también efectúa el Regimiento de Salamanca con equipos de 8 militares, divididos en tres vehículos. Hija, hermana y cuñada de militares, confiesa que participar en la “Operación Balmis” contra el coronavirus es un “orgullo extra personal”. Y aunque en su faceta de madre se ha visto obligada a separarse de su hija, que está con su exmarido al ser ella personal expuesto al COVID, en su horario laboral se exige lo máximo porque sabe que no puede haber despistes ni falta de seguridad. “Miedo no, sino respeto” es lo que siente ante el “bicho” que combate con un equipo especial de protección y un escrupuloso protocolo de limpieza y desinfección para quitarse cada día el equipo. Los aplausos y marchas militares con las que les recibieron en Béjar, el agradecimiento de los internos de la cárcel de Topas o las charlas con ancianos de una residencia de Espino de la Orbada, son ya recuerdos imborrables para la soldado León.
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