Rogelio González, en uno de los laboratorios del IBSAL.

Rogelio González, director del IBSAL: “Con este ritmo de ingresos y altas se puede seguir con la vida de la nueva normalidad”

“La responsabilidad social, la mascarilla y la distancia son clave para no tener que paralizar la economía y, a la vez, que el Hospital no se vea desbordado”

Viernes, 11 de septiembre 2020, 20:55

El director científico del IBSAL, Rogelio González Sarmiento, considera que “con el actual ritmo de ingresos, altas y ocupación de la UCI se puede seguir haciendo una vida normal sin tener que paralizar la economía, porque así no se desborda el Hospital”.

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El científico señala que “la responsabilidad de la sociedad es la clave de lo que nos va a pasar a partir de ahora”. “Si somos capaces de controlar los contactos, seguir usando la mascarilla y mantener el aislamiento de los asintomáticos, estabilizaremos la cifras de hospitalización, y aunque siga habiendo ingresos, es un ritmo que nos permite mantener la actividad de la ciudad. En cambio, si empiezan a darnos igual las cosas y a salir a la calle aunque seas positivo, nos confinarán otra vez”, vaticina.

El IBSAL ha reactivado los nueve ensayos clínicos relacionados con el COVID a medida que han ido ingresando nuevos pacientes en el Hospital de Salamanca. El director del instituto avanza “una reunión con dos farmacéuticas para ver qué proponen” y la posibilidad de incorporar nuevos estudios a los nueve que ahora mismo están a pleno rendimiento y en los que también participan los institutos de investigación y hospitales más importantes de España.

“Es mejor lo que ha pasado con la vacuna de Oxford que la de los rusos, que puede que no hayan contado lo que ha ido mal”

El IBSAL tiene sobrada experiencia en el ensayo de productos biomédicos y conoce de primera mano ‘contratiempos’ como el que ha sufrido la vacuna de Oxford: uno de los voluntarios ha desarrollado una enfermedad grave, lo que obliga a pausar el estudio. Rogelio González recalca que este tipo de efectos secundarios son “totalmente normales” no solo en los productos que se ensayan, sino incluso en aquellos que ya están en el mercado, pero la clave está en conocer el probabilidad de sufrir ese efecto. “Todas las vacunas que usamos pueden tener algún efecto secundario. No son inocuas al 100%. A los niños con catarro, por ejemplo, no les damos aspirinas porque un niño entre 100.000 casos podría tener algún efecto secundario. Es importante saber el porcentaje de personas que pueden tener ese afecto adverso”.

González Sarmiento recuerda que lo primero es comprobar si el paciente que ha sufrido esa enfermedad estaba recibiendo la vacuna o el placebo. En el caso de ser el placebo el ensayo de la vacuna seguirá adelante sin demora. En el otro supuesto, hay que determinar si ha sido la vacuna la que ha generado ese problema o se debe a otra causa.

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“Es mucho mejor así que la vacuna de los rusos, que nos cuentan lo que ha ido bien, pero puede que no hayan contado lo que ha ido mal. Vacunar en diciembre aún es posible. ¿Por qué no? Es cuestión de calcular qué porcentaje de personas podrían sufrir un efecto adverso. Lo que está claro es que estamos ansiosos y le pedimos a la comunidad científica que haga cosas que no se deben hacer... y a algunos científicos no les importa hacerlo”, concluye.

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