Cualquier entrevista a Rafael Santandreu (Barcelona, 1969) es sinónimo de aprendizaje y descubrimiento. En sus libros -‘Las gafas de la felicidad’, ‘El arte de la felicidad’, ‘El arte de no amargarse la vida’, ‘Feliz en Alaska’, ‘Nada es tan terrible’ y ‘Sin miedo’-, ofrece un manual para la transformación personal y la autoterapia. Este miércoles, a las 19:00 horas, ofrece una charla en el Teatro Liceo, organizada por Alumni-USAL y Salud Mental Salamanca.
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¿Es posible vivir sin miedo?
—No. El miedo es una herramienta necesaria. Nos previene de amenazas, pero, a menudo, se desconfigura y entonces es como la alarma de tu coche, que suena a todas horas del día y de la noche y a un volumen brutal. Entonces, es una tortura. La buena noticia es que se puede volver a configurar.
¿A quiénes va dirigido ‘Sin miedo’, su nuevo libro?
—Al 10% de las personas que tiene ataques de pánico, hipocondría o trastorno obsesivo o TOC. Es gente normal, inteligente y capaz, pero que ha caído en la trampa mental del miedo agudo. Entre los testimonios del libro, hay médicos, ejecutivos de grandes empresas, deportistas profesionales o policías condecorados... Nos puede pasar a cualquiera.
¿En qué consiste este método?
—Se trata de exponerse voluntariamente a lo que más miedo nos da. Todos los días. De forma programada. Con plena aceptación e incluso con rendición. El resultado es que el miedo va desapareciendo hasta ser eliminado. La persona siente como si le hubiesen cambiado el cerebro por uno nuevo. Para el miedo agudo, esta es la única solución definitiva.
¿Qué es un ataque de pánico? ¿Hay mucha gente que los sufre?
—Hay gente que está un domingo viendo la tele y, de repente, el corazón se le pone a mil, le cuesta respirar y cree que sufre un ataque al corazón. Van al hospital y, tras examinarlo, le dicen que no es nada, le dan un tranquilizante y se le pasa. Pero eso le puede pasar cada día. Es como una maldición.
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Mucha gente que sufre ansiedad vive atiborrada de ansiolíticos. ¿Sirven para algo?
—Los tranquilizantes tienen su utilidad, pero, en estos trastornos, son peligrosos porque, por un lado, sí tranquilizan, pero, por el otro, le confirman a la mente que hay algo que temer. Entonces, el miedo aumenta. Por eso, es muy común que la gente tome cada vez más ansiolíticos y que los ataques se multipliquen.
En su libro, también menciona la autoexigencia. ¿Qué problemas puede haber cuando alguien es excesivamente autoexigente?
—La súper exigencia es el origen de muchas neuras. Nos metemos una presión increíble sin darnos cuenta. Hoy en día, hay que ser delgado, guapo, elegante, inteligente, extrovertido, tener estudios, un piso muy bonito, muchos amigos, haber viajado y 10.000 cosas más. Como falles, eres un gusano de la peor especie. Esta presión nos estresa y nos bloquea. Nos maltratamos.
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¿Cree que la sociedad ha experimentado una evolución en la salud mental?
—Compara esas exigencias con las de nuestros abuelos. Mi abuelo estaba gordo, no sabía leer ni escribir, tenía una casucha de campo, solo unos zapatos de domingo y era el tipo más feliz del mundo. La gente le amaba y le respetaba enormemente y no iba corriendo todo el día sin saber por qué, tal y como hacemos nosotros. Por eso, en su época, casi no había depresión ni ansiedad. Eso es lo que ha cambiado: vivimos muy presionados y tenemos una filosofía personal de pena.
¿Con qué se va a encontrar el público salmantino en la ponencia que ofrecerá en el Teatro Liceo, organizada por Salud Mental Salamanca y Alumni-USAL?
—Explicaré cómo hacen las personas más fuertes y felices para ser así: cómo piensan, qué valores tienen y qué diálogo interno hacen. Todos podemos ser como Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas que, a pesar de no poder moverse por su parálisis total, fue un hombre muy feliz.
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Siempre ha habido casos de gente muy depresiva que no puede levantarse de la cama. ¿Se puede salir de esa situación? ¿Cuál es el consejo de Rafael Santandreu para conseguirlo?
—Sí se puede. Mi consejo es que lleven a cabo una terapia cognitivo-conductual, que es la más demostrada científicamente. Se trata de cambiar tu filosofía de vida a tope y de poner en marcha algo llamado ‘activación conductual’. Esto es, aunque no tengas ánimo, salir de casa y hacer actividades. Tienes que forzarte. Tienes que trabajar duro y, al cabo de unas semanas, todo empezará a cambiar.
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