García Jambrina sitúa a Fernando de Rojas en el Camino de Santiago en su nueva novela. ALMEIDA

Luis García Jambrina: “El Camino de Santiago inventa el turismo”

El escritor publica su nueva novela con Fernando de Rojas como protagonista

Viernes, 22 de enero 2021, 17:44

Luis García Jambrina, profesor de Literatura Española de la Universidad de Salamanca, publica su quinta novela con Fernando de Rojas como protagonista. “El manuscrito de barro” (Espasa) lleva al pesquisidor a investigar una serie de crímenes en el Camino de Santiago en 1525.

Publicidad

–¿El autor ha peregrinado por el Camino de Santiago?

–Iba a hacerlo en Semana Santa de 2020, pero no pudo ser por la pandemia. Lo hemos dejado para este año, ya con la novela publicada. La llevaré bajo el brazo. Es una asignatura que tengo pendiente y por eso escribí la novela: me atraía este concepto del Camino que atraviesa Europa de oriente a occidente, que es un antecedente de la Unión Europea. Sí hice la ruta en coche desde Pedrafita do Cebreiro hasta Lugo y Santiago.

–Sitúa la novela en el siglo XVI.

–La edad de oro del Camino fue la Edad Media y ya en el siglo XV empezó la decadencia, que se acentuó en el XVI por muchos motivos de los que se hablan en la novela: el auge del luteranismo, las guerras europeas que se convertirán en guerras de religión, y sobre todo por la gran inseguridad que existía: muchos hacían el Camino para ganarse la vida y también había pícaros, mendigos, salteadores, prostitutas y mesoneros que tratan de hacer negocio legal o ilegalmente con los peregrinos. Venían muchos peregrinos de Francia, Alemania... que permite dar un ambiente cosmopolita y hacer una novela itinerante. Rojas hace sus pesquisas entre León capital y Santiago para terminar en Finisterre.

–Fernando de Rojas es ya un cincuentón.

–Sí, a él que ya vive en Talavera de la Reina retirado y dedicado a sus negocios (entre ellos hacer vino y comercializarlo, que no es una invención mía), le toca investigar. La novela arranca en Toledo, donde hay Cortes y él está llevando un cargamento de vino. Allí coincide con quien estaba al frente del Consejo de Castilla, el arzobispo de Santiago. Ambos habían sido compañeros de estudios en Salamanca. Aunque no tiene ganas de exponerse a los caminos, Rojas tiene que aceptar la nueva investigación.

–En estas Cortes de Toledo vuelve a reaparecer Carlos I después de la revuelta de los Comuneros.

–Entre otras medidas de castigo que tomó contra Toledo por el levantamiento de los Comuneros fue no volver a hacer Cortes. Ese fue su primer retorno y aparentemente fue recibido de manera jubilosa por mucha gente, pero no había cicatrizado esa herida. La suerte que tengo con el personaje de Fernando de Rojas es que vive en un momento de acontecimientos históricos. Y al principio de esta novela se muestra el ambiente cuando había Cortes: llegaba gente de la Corona, emisarios y embajadores del extranjero, y en ese mundo arranca el libro con un primer capítulo donde se produce uno de los crímenes en Burgos.

Publicidad

Nos descubre la primera guía del Camino de Santiago.

–Elegí el Camino Francés, con sus variantes, porque en el proceso de documentación me encontré la primera Guía del Camino de Santiago que se publica en todo el mundo. La escribió un monje alemán, Hermann Küning von Vach, en 1495. Y les contaba a los peregrinos dónde les trataban bien y mal, dónde se podía comer, cuáles eran los pasos más dificultosos, los lugares peligrosos... La guía es fantástica. Yo la descubrí en alemán y hace unos meses acaba de salir su traducción. Fue un libro muy importante, que se reeditó al menos cinco veces en diferentes ciudades alemanas, y en ella habla de dos variantes del Camino Francés en León y Lugo. Por eso he intentado mostrar estos lugares que tienen interés por su paisaje, historia y arte. También las luchas que había entre diferentes órdenes y lugares, porque el Camino de Santiago, aparte de ser una ruta de espiritualidad y aventura era un negocio en la Edad Moderna.

“Es un personaje que me permite viajar en el espacio y el tiempo; escribo compulsivamente”

–A Rojas le acompaña Elías do Cebreiro, un clérigo que cree en lo sobrenatural.

–Eso es muy de Galicia y buena parte de León. Entonces para muchos era algo natural. No para Rojas, que es un humanista del Renacimiento y muy escéptico. En la novela Elías do Cebreiro es muy distinto a Rojas; a veces chocan y discuten, pero si superas el Camino se forjan amistades que duran mucho tiempo. Elías do Cebreiro es un homenaje a quien resucitó el Camino en los años 60, cuando se había perdido la peregrinación: el sacerdote Elías Valiña hizo una tesis doctoral aquí en la Universidad Pontificia de Salamanca y empezó a rehabilitar el Camino Francés. Compró pintura que había sobrado de la señalización de unas carreteras y desde los Pirineos hasta Galicia fue pintando esas flechas amarillas, que luego se hicieron muy célebres e iban indicando el Camino. En las últimas décadas el Camino ha batido récords de peregrinos. El Camino inventa el turismo: viajar para conocer sitios y tener experiencias.

Publicidad

–En el XVI había peregrinas.

–Hubo peregrinas desde la Edad Media. El problema de las mujeres es que debían viajar en grupo. Algunas eran monjas e iban con algún varón o sirvientes. Las mujeres de la nobleza iban con séquito. Quienes lo hacían por penitencia e iban solas recurrían al truco de disfrazarse de peregrinos, como en la novela. Había muchos casos de violación, asesinatos y robos.

–¿Habrá una sexta entrega con Fernando de Rojas?

–Sí, durante los meses de confinamiento por la pandemia no solo terminé esta novela, sino que escribí otra, el sexto manuscrito que quiero sacar en un año, con una vuelta a Salamanca. Cuantas más novelas escribes sobre este personaje y más te adentras en esa época, más historias surgen. Me atrae la idea de ver a Rojas en diferentes épocas de su vida y en un momento histórico que va desde los Reyes Católicos a Carlos I.

Publicidad

–¿Escribir tranquiliza? ¿Embriaga?

–Para mí tiene un efecto terapéutico y escribo compulsivamente. Desde marzo ha sido mi tabla de salvación, junto con la lectura. Me evitaba el pensar continuamente. Estaba preocupado por mi madre, que vive sola en Zamora, y por mi hija, a quien le pilló la pandemia en Buenos Aires. Así que ‘viajaba’ en el espacio y el tiempo: hacía el Camino de Santiago y me sumergía en una época fascinante. Lo de la embriaguez es más frecuente con la poesía: he vivido ese estado de enajenación y entusiasmo que se parece tanto a la mística que describen Santa Teresa y San Juan de la Cruz a través de autores como Claudio Rodríguez.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad