Lunes, 1 de mayo 2023, 22:07
Para Rocío, Daniel y Óscar, así como para su compañeros de 4º de la ESO en el instituto Fernando de Rojas, Salamanca, como la mayoría de las ciudades, no ofrece a sus vecinos suficiente cobertura. No para sus móviles sino para ... sus pulmones. Ellos buscan la fórmula más eficiente de ampliar la cobertura vegetal.
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A través de la aplicación GLOBE, corroboraron mediante imágenes de satélite que a la capital del Tormes le faltan pixeles del color clorofila y, asesorados por su profesora de Biología, Manuela Salvado, decidieron convertir un terreno yermo del patio de su centro educativo en laboratorio de pruebas. “La revegetación es posible. Está demostrado hasta en estos suelos que son muy pobres. Con las ganas y materiales necesarios y el esfuerzo propio se puede alcanzar el objetivo de revegetar campos que a simple vista parecen estar perdidos”, afirma convencido Daniel Sánchez, de 15 años.
Esa voluntad y el trabajo de campo realizado durante meses y que aún no ha acabado le han convertido a él y a sus dos compañeros, en representación de su clase, en finalistas de los octavos Premios de Investigación e Innovación en ESO, Bachillerato y FP. A esa fase han llegado también otros tres institutos de Salamanca —Mateo Hernández, Vaguada de la Palma y Rodríguez Fabrés—, aunque en categorías diferentes.
Pero, ¿en qué consiste su proyecto “Píxeles de clorofila”? Equipados con medidores de temperatura, pH y humedad cedidos por el centro de educación ambiental de la Junta, el PRAE, tratan de “comprobar cuál es la semilla que mejor se adapta a estos terrenos, para poder replantar Salamanca de una forma más efectiva y aplicar en otros puntos de Castilla y León la misma iniciativa”, explica Óscar Diego. “Por si en algún momento algún ayuntamiento o institución quisiese plantar y tener datos de cuál es la planta más prolífica en esta zona”, añade.
Y, ¿cuánto cuesta que cada pixel —la unidad mínima— de una imagen satélite pase a ser verde clorofila? Tras rastrillar y adecentar el terreno, los alumnos delimitaron en el suelo el tamaño de uno de esos píxeles y lo subdividieron, a su vez, en cuadrículas más pequeñas.
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En ellas, sembraron seis especies de plantas: salvia, alfalfa, llantén, meliloto, lupinus y cenizo. Para comprobar cuál de ellas prospera con menores cuidados en Salamanca, diferenciaron cuatro tipo de cuadrículas. Una primera, sembrada y regada con periodicidad; otra sembrada que no se riega; una tercera, sin semillas pero a la que se le suministra agua, y una última sin riego ni semillas.
Comprobando su evolución a lo largo de los meses, Rocío, Daniel y Óscar están comprobando cuál de esas herbáceas sale adelante sin necesidad de demasiados cuidados y ofrece una vía para revegetar de forma eficiente y sin emplear más agua que la de la propia lluvia. Pero el estudio no se queda ahí, las mediciones de temperatura, pH y humedad que realizan a 30 centímetros de profundidad, en superficie y en el aire, les permiten dejar constancia que cómo esas plantas pueden contribuir a que la tierra esté menos seca y más fresca.
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“Una parte importante de la enseñanza consiste en salir del libro, de la clase y la pizarra, para entender cosas más prácticas, por ejemplo, de la biología. Además, hemos aprendido tareas de campo, como rastrillar”, apunta Óscar. El 16 de mayo en Fonseca se dirimirá si su trabajo y el de sus compañeros merece el primer premio de este certamen regional.
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