Jueves, 12 de enero 2023, 21:33
La población de estorninos en la ciudad de Salamanca ha pasado de 20.000 ejemplares el pasado mes de noviembre a 8.500 en la actualidad, una caída del 60% tras redoblar las medidas para ahuyentar a estas aves que se pusieron en marcha hace dos meses. Acuden a la ciudad para dormir, aprovechando que las temperaturas son más altas que en el campo, y lo hacen en grandes grupos para darse calor. Estos dormideros generan molestias a los vecinos, que tienen que soportar no solo el ruido que producen al amanecer y al anochecer, también el mal olor y las consecuencias de las heces que dejan en el suelo y el mobiliario público. Se asientan en el paseo Doctor Villarroel, la avenida de Portugal y paseo de Carmelitas, con dormideros secundarios en el parque Picasso, plaza de Colón y avenida de Reyes de España.
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Aunque en la actualidad el plan contra esta plaga está activo todo el año, en septiembre se reforzó el equipo que trabaja para ahuyentar a las aves tras un incremento notable de miembros. Desde noviembre, previendo la llegada del frío, son tres los equipos que trabajan con sistemas fijos y móviles de sonido de rapaces —que los ponen en alerta y se marchan—, así como con pirotecnia habitual y la recién incorporada “pirotecnia silenciosa”. Debido a la drástica bajada de la población, aún no se han utilizado halcones que, como depredadores que son, espantan a los estorninos. No obstante, los estridentes sonidos que se emiten para ahuyentarles también generan malestar entre los vecinos, que han presentado dos quejas por registro, y han generado críticas de los animalistas, al afectar a animales de compañía sensibles como los perros.
Aunque las poblaciones de estorninos de la ciudad ya se estudiaban en 1997, no fue hasta 2002 cuando el Ayuntamiento decidió contratar a una empresa para controlar su población, molesta en las zonas residenciales y perniciosa para el patrimonio, ya que entonces había enormes dormideros en las Catedrales y San Esteban. Altavoces con sonidos que las alertaban, así como el uso de aves rapaces, eran los principales métodos que se aplicaban, siempre entre octubre y marzo, ya que el resto del año mayoritariamente los estorninos residen y crían en los países del norte de Europa.
A pesar de ello, las poblaciones pasaron de los 80.000 miembros en 2002, en el momento de máxima presencia, a los 100.000 en 2012 y los 290.000 en 2016. Fue entonces cuando se incorporaron recursos pirotécnicos para molestarlos en las zonas que elegían para dormir, así como sistemas luminosos. Pero en el invierno seguían “colonizando” la ciudad extendiéndose a nuevas áreas como la del parque Garrido, además de Rector Esperabé, paseo de Carmelitas, parque San Francisco, Campus Miguel de Unamuno o el entorno de la cuesta de San Blas, entre otros, hasta alcanzar 26 dormideros en la capital y 42 secundarios.
Otro punto de inflexión en relación a esta plaga fue en 2019, cuando la llegada de las aves empezó a crecer también en verano. A partir de ese momento el plan de control está activo en la capital durante todo el año.
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