La pandemia ha exigido una rápida adaptación en las Fuerzas de Seguridad del Estado y también en las policías locales, que siguen al servicio del ciudadano, vigilando el cumplimiento de la ordenanza municipal y también bajo el mando del Estado durante el estado de alarma en labores de control de cumplimiento de las restricciones. Un colectivo profesional municipal que está en primera línea, expuesto no sólo al virus sino a intervenir en situaciones familiares y vecinales que se complican durante el confinamiento. “Cada vez vamos notando que hay más problemas en las viviendas con molestias con vecinos, por los ruidos... El nivel de paciencia está bajando y crecen los problemas de convivencia dentro de las viviendas y con los vecinos. También atendemos a muchos ancianos que viven solos que se caen o necesitan ayuda y nos llaman a nosotros” revela José Manuel Canal, oficial de la Policía Local de Salamanca, con una experiencia acumulada de veinte años, que siente el “miedo” lógico a contraer el coronavirus por su trabajo.
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Los policías locales de Salamanca se han convertido en “mediadores” durante este confinamiento, según revela Canal. “Siempre que podemos resolvemos los conflictos vía telefónica y en casos más graves acudimos a los domicilios. Tratamos de conciliar a las dos partes y hacerles comprender que tienen parte de razón y su derecho a la pataleta”, revela y asegura que todo se suele resolver de forma “pacífica” sin tener que dar parte al juzgado. “Repuntan las discusiones familiares hasta llegar al punto de la agresión, por ejemplo entre hermanos”, explica el agente Canal, que confiesa que lo que más le ha impactado en esta pandemia es ver de cerca la situación de los ancianos que viven en soledad o aquellos mayores cuyos hijos están infectados y no pueden acudir a ayudarles, así como “el dolor de muchas personas que sufren por fallecimientos de familiares o por situaciones económicas críticas”.
En este sentido, Canal recuerda un caso reciente de un ciudadano que llamó a la Policía porque el casero le quería echar porque no podía pagar la renta y él no tenía dinero. “La Policía Local somos el comodín donde llama todo el mundo. En casos así mediamos entre las dos partes para solucionar el problema y aplacar ese dolor”, explica el agente municipal. Como sus compañeros cuando se quita el uniforme procura dejar los problemas junto al uniforme. “Pero siempre te afecta lo que ves. Somos personas”, admite.
Eso sí, el esfuerzo se hace más llevadero estos días cuando reciben el reconocimiento y aplausos de los ciudadanos desde los balcones, algunos sin poder ocultar la emoción. “Es un orgullo ser policía y aportar a la sociedad, pero también tengo una sensación de tristeza y rabia por lo que sufre el ciudadano. Esta situación nos ayuda a recapacitar y a valorar lo importante que es la vida y ver que lo demás es accesorio”, subraya. Por eso, a la hora de la aplauso, los policías locales activan las sirenas y emergencias de sus coches para dar también las gracias a los salmantinos por su comportamiento ejemplar.
“El comportamiento de los ciudadanos está siendo bastante responsable -apunta el policía local-, aunque siempre hay personas que por sistema no admiten las normas, que les gusta incumplirlas, que se creen mejor que nadie y son insolidarios y perjudican a los demás”. Son aquellos que recurren a la picaresca para justificar compras en lugares alejados de sus domicilios, sacan al perro varias veces al día o salen a pasear con la excusa de ir a la farmacia. “Al inicio del estado de alarma había más picaresca, pero las denuncias de las infracciones y los controles han dado resultado. Ahora se denuncia menos”, confirma José Manuel Canal. “Nos dan excusas absurdas para justificar que están en la Plaza cuando viven en Pizarrales y muchos a los que denunciamos nos reconocen que sabían que eso les podía suceder”, agrega.
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Sobre la salida de los niños, el agente explica que pese a las imágenes “escandalosas” en zonas como Valencia o Barcelona, en Salamanca se cumplen las distancias. “Los padres son los que están educando a sus hijos, deben ser un ejemplo y enseñar a respetar las normas. Si no lo hacen, no sólo se ponen en riesgo sanitario ellos y a sus vecinos, sino que son mal ejemplo. La educación es vital”, recuerda.
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